FELIZ NOVEDAD

5 - Los gemelos perturbadores

La noche fue larga sin Alex acurrucada a su lado y ocupando la mayor parte de la cama aunque solamente lo hiciera para estar pegada al cuerpo de Piper.
Había echado tanto de menos su compañía que incluso a la rubia le costó bastante conciliar el sueño, pero no quiso arriesgarse a bajar las escaleras e ir en busca de su novia, puesto que sabía bien que los oídos de Carol parecían estar dotados de alguna especie de super poder que detectaba cualquier mínimo sonido en la casa, por lo que prefirió enfocarse en dormir lo más posible puesto que aunque no habían designado planes para el día siguiente, necesitaba al menos descansar algo después de todo el desastre que había resultado la cena para ella y para Alex.

Aunque si lo veía de forma objetiva, al final su novia y su padre habían congeniado al menos en un punto referente a sus intereses.
Parecía algo insignificante, pero para la rubia aquello significaba un avance de verdad monumental, puesto que ella amaba a su padre y también amaba a Alex, así que el ver a dos de las personas que más amaba interesarse y ser amables con el otro, era sin duda un gran motivo de entusiasmo de su parte, y eso se notó a la perfección al día siguiente en que le ayudaron a su madre a buscar algunas decoraciones navideñas que tenían perfectamente guardadas desde años atrás y que ella nunca recordaba en dónde las había dejado, y decía que no podía acomodarlas sola, por lo que amablemente habían pasado el día buscando en el sótano las decoraciones y colocándolas en la casa, y por supuesto que Alex y Piper habían aprovechado los momentos a solas para darse uno que otro beso para no extrañarse tanto.

Por la noche, cuando Alex se disponía a meterse a la cama, luego de una cena no tan incómoda como la del día anterior y que agradeció sumamente que esa vez fuera en casa, aunque tuviera que volver a vestirse elegante solo para cenar en el gran comedor con los Chapman, se puso la pijama y estaba a penas metiendo la cabeza por el pequeño agujero de uno de sus suéteres más decentes y sin ninguna especie de costura o dibujo animado que había decidido llevar para hacer sus pijamas lucir un poco más sobrias, cuando de pronto escuchó que llamaban a la puerta con un poco de insistencia, y de hecho, esos golpes insistentes en la superficie de madera ni siquiera esperaron respuesta cuando la puerta ya se abría, obligando a Alex a girar para ver quien era y luchando por sacar completamente su cabeza por el orificio pareciendo una especie de tortuga.

— ¿Estás cómoda, Alex? — preguntó Carol entrelazando sus manos como si estuviera nerviosa.

— S-si... Sí... — titubeó la pelinegra terminando de acomodarse el suéter — Usted es una gran anfitriona, así que estoy bien.

— Gracias, linda. — asintió la mujer como si hubiera ganado alguna especie de premio.

— Hola... — dijo Piper a espaldas de su madre. 

Llevaba una hermosa bata de seda de color rosa, y aprovechando que Carol se había girado para verla, Alex deslizó sus ojos por los muslos y piernas descubiertas de su novia casi perdiendo la respiración por tan hermoso espectáculo.
Echaba mucho de menos poder acariciarle la piel o al menos estrecharla en sus brazos cuando despertaba por la noche, sin duda era más tortuoso tenerla cerca y no poder sentirla como siempre, a no verla ni tenerla rondando por ahí, tal y como hubiera sido aquello si ella se hubiera quedado en el departamento mientras que Piper visitaba a sus padres por navidad, pero para decidir eso ya era bastante tarde.

— ¿Necesitas algo, Piper? — le preguntó su madre mirándola con extrañeza por estar ahí.

— No, solamente vine a decirle buenas noches a Alex.

— Oh... — sonrió la mujer ahora volviendo el rostro hacia la pelinegra que de inmediato bajó la mirada para no evidenciar que sus ojos estaban deleitándose con la belleza de Piper.