18 - En la salud y en la enfermedad

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El tiempo pasa tan rápido cuando se disfruta y cuando menos deseamos que avance lo hace con grandes zancadas.
Había pasado casi un año desde aquella Navidad terrible que Alex y Piper habían pasado en Connecticut, y la vida en Nueva York había sido increíblemente buena para las dos, e incluso para Nicky que ahora tenía como novia oficial a Lorna después de haber querido ocultarla por unos meses en los que su relación era un secreto a voces para todos.

Las chicas habían planeado su boda en la comodidad de la privacía e intimidad de las dos sin que nadie más pudiera opinar sobre lo que querían o no querían para su ceremonia, por lo que el día que tuvieron que verse frente al altar todo era tal cual lo habían estado soñando desde que habían deseado casarse alguna vez.
Las guirnaldas y flores habían sido perfectas, el pastel era del tamaño justo, las copas no eran tan elegantes como los padres de Piper habrían querido, pero eran perfectas para ellas.
Eligieron un buen vino sin que necesariamente fuera el más caro y sus vestidos de boda tampoco fueron hechos por un diseñador exclusivo, pero con el brillo de la felicidad de las dos no había un solo detalle que faltará para hacerlas ver perfectas y hermosas.

La ceremonia no fue tan larga y aunque las dos se soltaron a llorar como locas cuando leyeron sus votos para la otra, la felicidad de todos los presentes hizo de aquel evento el más significativo de sus vidas por lo que sin lugar a dudas, cayeron en cuenta de que ambas habían hecho su pequeña lista de invitados a la perfección.
Lo único que las dos deseaban durante la fiesta era irse de luna de miel, más sin embargo esto último fue lo único que se salió del plan qué las dos habían diseñado para su boda.

Durante la cena, Alex le había advertido a Piper que no comiera demasiado, pero la rubia necia había estado bebiendo por nerviosismo y ansiedad, así que no quería estar precisamente ebria al finalizar la noche y siguiendo los consejos de Cal y dejándose llevar por su instinto, decidió probar todo lo que había en la mesa de postres además de doble ración de comida en el banquete.
Así que ahora tenía una terrible indigestión y estaba tirada en la cama quejándose del dolor abdominal hecha un ovillo y sin siquiera abrir los ojos, fingiendo que estaría bien al día siguiente para comenzar su viaje de luna de miel un día después de lo planeado.
¡Vaya noche de bodas!

— Te dije que no debías comer tanto, mi amor. — le dijo Alex sentándose en la orilla de la cama mientras le dejaba una taza de té en la mesita de noche.

— Y tus sermones de “te lo dije” no me ayudan en absoluto con lo mal que me siento. — le gruñó en respuesta mirándola de mala manera.

— Lo sé, lo sé, pero aún así estoy muy preocupada por ti... — con amor le acarició la mejilla recogiéndole los cabellos desprolijos — Bebe el té, seguro te sentirás mejor.

— Ya no quiero vomitar... — se quejó dándole la espalda a la pelinegra.

— Y yo no quiero que mi esposa se deshidtrate. — le dió una pequeña nalgada — No seas necia y bebe.

— Te amo, Alex... — se quejó de nuevo — Pero quiero que me des dos segundos para dormir.

— Bien, estaré aquí si me necesitas.

— Siempre te necesito, esposa. — la rubia la miró con todo el cariño que le tenía y Alex solamente se levantó para terminar de ponerse cómoda.

Sonrió frente al espejo mientras se terminaba de quitar el maquillaje del rostro.
Había sido un día precioso para las dos, y aunque no habían seguido con los protocolos tradicionales, pues habían despertado juntas y ambas habían ayudado a la otra a vestirse, la ilusión de que unirían sus vidas para siempre había hecho mucho eco en Alex, tanto que ni siquiera pudo dormir muy bien una noche antes.
Por fin iba a hacer de Piper su esposa, después de tantas cosas y de desearla como si fuera una estrella muy lejana en el cielo, y también aunque en algún determinado momento pensó que en realidad la rubia no era para ella o que no sentían lo mismo, ahí estaban, en el día más importante para sus vidas hasta ahora.

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