CAPÍTULO 7

120 6 7
                                    

El libro que estaba leyendo era bastante interesante; un muchacho de once años se entera que es mago gracias a un grandullón y va a una escuela para aprender a controlar su magia, a la vez que un Señor Oscuro intenta matarle. Sí, estaba leyendo Harry Potter.

Estaba en la parte dónde Harry escapa de un perro de tres cabezas, cuando oigo unos leves golpes en la pared, a unos metros a la derecha de mi cama. No le presté atención, así que volví a sumergirme en la lectura, hasta que volví a oír esos golpes un poco más fuertes. Seguí sin darle importancia hasta que se oyeron tres veces más, intensificándose cada vez más.

Decidí levantarme y posar mi oreja en la pared; no sabía de dónde venía ese ruido. Me quedé quieta pensando de dónde podría proceder; "Pueden ser las ratas". Un escalofrío pasó por mi cuerpo. "Pero nah, las ratas no dan golpes tan fuertes". Aparté la cara de la pared y me quedé mirando a la nada mientras seguía pensando: "¿Y si son los vecions?" "Pero tan fuerte no pueden golpear como llegar a mi pared" "A lo mejor me moví un poco en la cama y eso provocó el ruido, cuando ésta golpeaba con la mesita..." "¡Pues claro, la mesita!"

Abrí la susodicha y cogí el guardapelo y la llave para abrir la puerta. Esta se abrió lentamente dejándome ver unas cuantas figuras en la oscuridad de Dreamer. Pero, de repente, esa oscuridad se volvió total ya que me taparon los ojos con una venda y la boca con una mano mientras me amordazaban lo pies y las manos. Lamí la mano que me impedía emitir ningún sonido, pero el condenado -la mano parecía de hombre- no la apartó hasta que oí que se cerraba la puerta de Dreamer, evitando que mis gritos de socorro se oyeran.

- ¡Socorro, me están secuestrvjgdwg!-la misma mano metió una venda en mi boca para que me callara.
- ¡Chitón! - una voz masculina bastante familiar me gritó. Bastante fuerte, hay que admitir - No te vamos a hacer nada, si tu tampoco lo haces.

Entonces, para que no me pase nada, me callé y dejé que unas cuantas manos me cogieran por los brazos y las piernas atadas para llevarme a algún sitio. O para tirarme al río, eso también puede ser una posibilidad. Pero prefiero decantarme por la primera opción, la menos mortífera. Pero bueno, luego podría pensar algo para escaparme, literalmente.

Estuve como media hora balanceándome gracias a las manos que me llevaban. Llevábamos un buen tramo de trayecto, pero no oí ningún rumor del río, y si el río no suena, agua no lleva, así que que descarté la posibilidad de que me mataran tirándome ahí.

Por fin mis pies posaron el asfaltado suelo, seguido de las manos que me llevaban desatando las dichosas cuerdas que impedían mi movilidad. En cuanto mis manos y pies podían moverse, levanté la mano izquierda para quitarme la venda de los ojos, pero la misma mano que me tapó la boca un rato antes me cogió el antebrazos y me lo bajó cuidadosamente.

- Venga Samantha, no te hemos hecho nada en todo el trayecto y hemos intentado no dejarte caer. Debes confiar en nosotros.

Asentí con la cabeza y, dos segundos después me estiró del brazo para que caminara hacia adelante con la otra mano palpando alrededor para saber, o al menos averiguar, dónde me encontraba. Mi mano derecha encontró una puerta, que empujé y se pudo abrir fácilmente. Me encaminé hacia el interior de la enigmática sala que la puerta daba paso, acompañada del chico que aún me suhetaba el brazo y algunas voces bajitas de unas cuatro o cinco personas más.

Me sentaron con cuidado en una silla, más bien un trono, ya que estaba blandito, y me quitaron la venda de los ojos. Entonces lo entendí todo: los chicos y chicas que eran más cercanos a mi edad me habían llevado a la discoteca -cosa que les creé yo esa misma tarde para que no se aburran y puedan hacer fiestas - e hicieron un cartel donde ponía "Gracias, Samantha" con un montón de serpentinas por toda la sala.

- ¿Qué es esto?
- Te queríamos agradecer las nuevas instalaciones que has puesto, la ropa de moda y que hayas destruido la oscuridad. Y como que sabíamos que no ibas a aceptar... Te secuestramos. - un muchacho que me pasaba una cabeza de altura con un pelo negro como el carbón y unos ojos muy azules e intimidantes. Su voz, áspera y un poco sexy, era la que estuvo hablando durante todo el trayecto para tranquilizarme, y su mano también era la que me tapó la boca.
- Pero... -no me salían palabras de la boca - ¿por qué...?
- ¿Que por qué no hemos traído a tu madre? - asentí con la cabeza. ¿Acaso sabe leer la mente? - Pues porque no creo que tu madre sepa disfrutar las fiestas como tú y como nosotros. - respondió mientras señalaba a las personas que estaban alrededor.

A parte de mí, en la discoteca estaban Steven, el muchacho de catorce años, al que le paso un par de dedos de altura, permitiéndome ver su pelo castaño desde arriba, ya que estaba sentado cerca de mí, Lucy, la chica de quince, con una melena rubia que le llega hasta la cintura y unos ojos verdes preciosos que estaban fijos en el cartel. Al parecer, estaba orgullosa de él. También estaba William, el de mi edad, o séase, dieciséis, que me miraba con una sonrisa. Peter, el de diecisiete, que me estaba mirando ene ese momento con sus ojos verdes pero la mitad de uno tapado con un mechón de su pelirrojo pelo, Katherine, la casi única mayor de edad de la sala, que se estaba recogiendo su pelo castaño claro en una cola de caballo mientras mostraba la mayoría de sus dientes en una sonrisa. James, el chico de diecinueve, estaba hablando en voz baja con Jessie, la chica de veinte, mientras ella se miraba los zapatos, al parecer avergonzada.
- Vaya... n-no sé qué decir - no podía parar de tartamudear, así que me callé y sonreí mientras me levantaba de la silla.

Extendí los brazos para que todos vinieran y me abrazaran. Me faltaba el aire, pero no me importaba, porque sabía que había un pueblo entero que podría hacer locuras para que esté siempre feliz.

* * *
*William en multimedia*

¡No me matéis, por favor! Ya sé que es un poco tarde y que tendría que haber subido este capitulo hace días, pero no me venía la inspiración. Ya sé que con inspiración o sin ella esta historia es cacosa, pero hago lo que puedo. Bueno, espero que paséis una feliz semana santa. Yo sí, porque estoy escribiendo esto en una comida familiar *.*

Feliz y llenadecroquetasmente,

Kuricris

Dreamer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora