CAPÍTULO 8

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- Chicos... no sé qué decir...

- Pues no digas nada - respondió Katherine

Todos se separaron de mí para poder mirarme y saber qué expresión tenía en la cara. La cual, era de muchísima alegría, acompañada de una lágrima corriendo por mi mejilla; ellos se preocupaban demasiado por mí. Peter se acercó y abrió la boca para hablar y una mano para secarme la lágrima, pero Steven se puso a gritar, haciendo que el muchacho de diecisiete años se apartase y me mire con pena.

- ¿Por qué tan serios? ¡Vamos a bailar!

Steven se fue a trote hasta la otra punta de la sala y presionó un interruptor de la pared. Acto seguido, una bola de discoteca con luces de colores, hecha por mí misma aquella misma tarde, apareció desde el techo e iluminó las caras de felicidad de los presentes. Jessie, mientras la bola iba apareciendo del techo, fue hasta un especie de escenario con una mesa de mezclas y encendió un montón de luces en ella. La múisca de fiesta retumbó por toda la sala y todos nos pusimos a bailar. Yo, claramente, no bailaba, tenía ataques epilépticos.

Estuvimos bailando canciones marchosas unas dos horas, hasta que el ritmo de la fiesta se relantizó. Cada chico se juntó con una chica; Steven con Lucy, Katherine con James y Jessie estaba sentada en el suelo del escenario abrazando a la mesa de mezclas. En cambio, Peter y William se acercaban a mí con una sonrisa. Llegaron a la vez y me tendieron cada uno una mano. No reaccioné a tiempo para decidir, así que Peter bajó la mano, apartó la mirada de mis ojos con recelo y se dirigió al escenario para bailar con la muchacha de allí arriba, la cual aceptó sin pensarlo, dejándonos a William y a mí solos. Me cogió de la cintura con sumo cuidado y yo pasé los brazos por detrás de su cuello, lo cual me costó porque me pasaba casi dos cabezas de altura.

- Hola - saludó él con media sonrisa y su mirada posada en la mía

- Hola -respondí yo evitando sus azules ojos, demasiado intimidantes para mí

- Desde que llegaste el pueblo está más alegre. Hay más fiestas, la gente sale más de casa... Gracias.

- Lo siento.

- ¿Por qué?

- Por no haber aparecido en dieciséis años.

- En realidad no han sido dieciséis. Han sido treinta y dos.

- ¿Tanto?

- Claro. El tiempo pasa el doble de rápido en Dreamer que en la Tierra.

- Entonces... cuando yo cumpla diecisiete, ¿tú cumplirás diecinueve?

- Exacto.

- Pues habrá que solucionarlo.

- Ahora no. Ahora bailemos - me levantó el brazo y me dio una vuelta sobre mí misma, haciendo ondear el vestido de fiesta negro que pensé antes de bailar -cosa que también pensé para los demás- para luego volver a bailar juntos.

- De acuerdo. Vuelvo a repetir que lo siento.

- No tienes que sentirlo. La culpa es de tu padre, que no quiso darte la carta cuando cumpliste trece.

- Sí, eso fue bastante desconsiderado. Aún no le he perdonado del todo.

- Te recomiendo que siempre le perdones y aceptes que nadie es perfecto.

- ¿Por qué quieres tanto que me lleve bien con mi padre?

- Porque no todos tienen uno.

- ¿En Dreamer no tenéis padres? - miró hacia arriba mientras respiraba hondo. Eso significaba que no tenía - Lo siento, no debí preguntarlo.

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