CAPÍTULO 40

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Ya había pasado un mes desde el... Incidente. Teníamos los vestidos y los trajes a buen recaudo, habíamos acordado que Alex y yo sólo podríamos hacer magia en Dreamer, así que devolvimos todo a la normalidad, aunque los dreamerianos seguían pudiendo salir cuando quisieran.

Era viernes a última hora, y estábamos todos emocionados por lo de aquella noche: el baile.

Pasamos el día haciendo básicamente nada, ya que era el último día y era imposible que hubieran exámenes.

Cuando terminó la clase, Nicole vino a mi casa, donde durmió el día anterior y había dejado todo su maquillaje.

Quedaban sólo dos horas para el baile, y yo aún estaba con la toalla y el pelo mojado de haber ido a la ducha.

Mientras Nicole se iba maquillando, yo me sequé el pelo y me puse el vestido.

A continuación, mi amiga me sentó en la silla con ruedas al lado de mi escritorio, donde puso el espejo de mi baño como improvisación. Me giró, poniéndome cara a ella, y me inspeccionó para ver cómo me maquillaba y cómo me peinaba.

Media hora después, ya estaba maquillada y peinada: un poco de base bastante discreta ocultaba el rojo de mis granos, y hacía parecer mi piel de porcelana. En mis párpados, un degradado de morado a lila claro coloreaba mis ojos, además de tener las pestañas negras, y un ligero rubor de brillo iluminaba mis labios.

Nicole me había alisado el pelo para ondulármelo ligeramente y dejármelo casi todo a un lado.

En cambio, mi amiga iba más discreta: había alargado un poco sus pestañas con rímel y sus labios eran rojo pasión, como su vestido. Su pelirrojo pelo estaba recogido en un moño, a excepción de un par de mechones un poco rizados que se dejó a los lados.

Cuando estábamos completamente listas, bajamos al salón, donde Alex y Will nos estaban esperando. Fuimos los cuatro al coche, pero mi padre me llamó antes de que saliera:

- Sam, espera - me giré y vi que tenía una cajita alargada en sus manos.

- ¿Qué pasa? - cuando me giré, una sonrisa tierna apareció por sus labios, seguida de una mía.

- Estás preciosa.

- Gracias, papá. Por cierto... ¿Qué es eso? - señalé a lo que tenía en las manos.

- Es un colgante. Ven, que te lo pongo - me giré y dejé que me lo pusiera. Cuando ya lo hizo, miré qué era: una cadena de oro con un infinito del mismo color -. Tu madre lo hizo, y dejó esta nota - me puso un pequeño papel en la mano, lo abrí y vi lo que ponía: "Para vales un infinito, Samantha Finns. No lo olvides nunca." -. Ella quiso que lo llevaras en el baile de graduación.

No me salían las palabras, así que simplemente le di un abrazo a mi padre, con todo el cariño y amor del mundo. Cuando me separé de él, le di un beso en la mejilla y me fui al baile, llevando ese precioso colgante.

Al llegar al instituto, Will y yo nos cogíamos de la mano mientras que Alex y Nicole hacían lo mismo. Los cuatro empujamos la puerta del gimnasio y entramos.

Todo era bastante bonito: al entrar, lo primero que veías era el techo, lleno de guirnaldas de todos los colores. A la izquierda del gimnasio, había una mesa llena de vasos y una fuente gigante de ponche, y al fondo, un escenario con un dj pinchando música a un lado y un micrófono en medio, para quien quisiese hablar en algún momento.

Todos los alumnos estaban allí, y todas las miradas se dirigieron a nosotros cuatro por unos segundos.

Julie se me acercó junto con un chico con el pelo castaño y bastante corpulento. Estaba segura de que en cualquier momento las costuras darían de sí y parecería un Hulk de color carne.

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