Aquellas viejas cicatrices

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Poco a poco, Kenshin fue abriendo los ojos, al hacerlo, miró a su lado derecho, ahí, dormido como un bebé, se encontraba Sanosuke. Con dolor pudo levantarse un poco y girarse hacia él, la cabeza le daba vueltas, había perdido mucha sangre y no supo cuánto tiempo llevaba dormido

—Vaya, has despertado —la voz del doctor cerca de él lo hizo voltear— Dormiste dos días enteros

Himura no respondió, pero pensó que de ser el del pasado, aquel pequeño enfrentamiento no lo hubiese dejado así de herido ni noqueado por más de un par de horas

—¿Cómo está él? —preguntó con voz áspera, tenía sed

El doctor fue por agua y se la entregó, Kenshin bebió toda de un solo trago y aún se quedó con sed, pero no le dieron más de aquel líquido vital

—Se recupera más rápido de lo que pensé —respondió positivamente

—Ya veo —respondió bajito, pero sonrió un poco, luego cerró los ojos

—El que me preocupa eres tú —agregó el comentario

Pero aquello parecía no importarle mucho a Kenshin, solo quería el bienestar de Sanosuke

—No importa

—Lo sabes ¿cierto? Tu cuerpo está muy débil, estás enfermo —dijo el doctor, acercándose a él

—En el pasado quedé muy herido, nunca me recuperé del todo —mencionó tranquilamente— Mi amiga Megumi es doctora, me lo advirtió, más batallas y posiblemente muera

Desde el enfrentamiento con Makoto Shishio, aquella era una realidad para Himura y no le importaba, había vivido lo suficiente, aunque no supiera cuánto tiempo le quedaba, solo quería disfrutarlo al lado del hombre que amaba

—Entiendo, la vida de un samurái errante

—¿Cómo lo supo?

—Tus cicatrices no son un juego, y tus manos, se ven muchos como tú estos días, la era de paz los ha convertido en sombras —expresó casi de forma poética

Kenshin sonrió, era verdad, la nueva era los estaba dejando poco a poco en el olvido.

En el otro petate, justo al lado suyo, se escuchó un quejido, rápido Kenshin volteó y vio a Sanosuke fruncir el entrecejo y a moverse un poco, como si quisiera despertar. El doctor se acercó a él y le tocó el pulso, parecía estar todo bien

Sagara abrió poco a poco los ojos y miró el techo, por unos segundos pareció no entender lo que estaba sucediendo, hasta que recordó todo antes de ser atacado por la espalda

—Kenshin —susurró aturdido

Enseguida Himura se levantó y con esfuerzo se acercó hasta él, sujetándole la mano

—Hola —saludó con voz dulce el ex samurái

Sanosuke giró su cabeza hacia él y lo miró a los ojos, sonrió

—¿Cuánto tiempo pasó?

—Cerca de tres días —respondió el pelirojo— ¿Cómo te sientes?

—Bien, al cielo se le han caído los ángeles —dijo de forma cursi, apretando la mano que sujetaba la suya

Kenshin sonrió avergonzado, sonrojándose

El doctor del otro lado tosió discretamente

—Los dejaré solos, pediré que les preparen algo de comida —avisó antes de salir de la habitación

—Me alegra que despertaras —dijo Kenshin, inclinándose al frente le dio un beso en los labios

—¿Qué te ha pasado? —preguntó el ex rufián al ver que su pareja tenía vendado el hombro

—Los encontré, a tus agresores

—¿Los confrontaste? —cuestionó preocupado, intentando levantarse, pero un dolor agudo en el abdomen se lo impidió

—Tranquilo —pidió Himura, ayudándolo a acostarse apropiadamente

—No debiste ir, te arriesgaste, tus heridas del pasado...

—Lo sé —interrumpió el espadachín— Solo recupérate, yo me encargo, aun me falta el jefe

—¿Sabes por qué lo hicieron? —inquirió confundido

Kenshin negó con la cabeza en silencio, no quería preocupar a Sanosuke por los motivos homofóbicos que llevó a los despreciables hombres a casi matarlo

—Pero supe en el pueblo que atemorizan a todos, no lo permitiré, es algo más que simple venganza por lo que te hicieron —dijo en tono serio, pero una linda sonrisa discreta adornaba también su rostro

A Sanosuke se le inundaron los ojos, era como ver un pedazo del viejo Kenshin de vuelta

—Te amo —confesó, aunque no era la primera vez, le había salido directo del corazón

—Lo sé —contestó el pelilargo— Yo también

Nuevamente le besó la boca y luego se puso de pie

—¿A dónde vas?

—No te preocupes, solo descansa —sonrió de nuevo, luego le dio la espalda y salió de ahí, justo cuando el doctor regresaba con dos platos de comida

—¿No comerás?

—Vuelvo en un rato —informó y luego salió del pequeño consultorio.

.

Mientras tanto en Tokyo...

—¡Ah! ¿Por qué todavía no sabemos nada de ese rufián? —preguntó desesperado Yahiko

—Ya cálmate, seguramente Sanosuke aún no encuentra a Kenshin —respondió con pesar Megumi— Creo que él nos hubiera avisado

—Deberíamos mejor buscarlo nosotros, ha pasado demasiado tiempo ¿y si Kenshin murió?

—No digas tonterías —regañó la doctora— Algo me dice que él está bien

—No lo sé, mientras no lo vea —cruzó los brazos, enojado— Dan ganas de enviar una carta a Kyoto y pedir a Misao y Aoshii que nos ayuden

—No los molestes, además, sus dos hijos aún son un poco pequeños ¿crees que irán así nomas y los dejarán solos?

—Pero tienen al resto del Oniwabanshu para que los cuiden —dijo despreocupado

—Tú no cambias —suspiró cansada— Pero podrías ir tú solo

—¿Sabes? No parece una mala idea, después de todo, no tengo mucho quehacer —miró hacia el Dojo, el cual, desde la muerte de Kaoru, se había quedado a su cargo— No hay muchos alumnos hoy en día

—Es verdad, ya nadie quiere aprender la técnica de la espada, y los que quedan, van a Dojos de renombre solo para tener un grado, es triste —mencionó con pesadumbre la doctora

—¿Estarás bien sin mi ayuda?

—Claro que sí, Ayame y Suzume me ayudan

Además del Dojo, Yahiko solía ayudar en el consultorio, que tras la muerte del doctor, quedó por completo a cargo de Megumi, las nietas del señor también ayudaban, una se convirtió en doctora y la otra en enfermera

—Bien, entonces iré en búsqueda de Kenshin —con ánimo levantó el puño, decidido a encontrar a su viejo amigo y llevarlo de vuelta a casa.

Muchas gracias por leer y dejarme sus comentarios, hasta el próximo

Sanación con SanosukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora