A un paso de encontrarte

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Pasó un año desde aquel desastroso y triste encuentro entre Sanosuke y Himura. Al día siguiente de aquella noche, Sano volvió al lugar donde lo vio y solo se encontró con una humeante y abandonada fogata, Kenshin se marchó sin decir una sola palabra y desde entonces Sanosuke vagó errante de ciudad en ciudad, incapaz de volver a Tokyo porque no pudo cumplir con su promesa de hacer volver al ex destajador, ahora él también era un vagabundo

Sanosuke no duraba más de quince días en una ciudad, vivía donde podía, conseguía comida y techo gracias a las apuestas o por encontrarse con amigos temporales de borracheras que lo invitaban tragos y comida. La era moderna consumía cada vez más aquella época en la que vivió, Japón abría sus puertas a occidente a pasos agigantados y él no podía más que mirar con ojos melancólicos aquellos cambios que no se podían detener, mientras en su mente se guardaba la imagen de Himura, a quien seguía amando y a quien siempre añoraba

Antes estuvo seguro que el destino se encargaría de encontrarlos tarde o temprano siendo ambos vagabundos, ahora no lo tenía claro, ese año que pasó le quitaba las esperanzas de forma desmesurada.

Una mañana decidió dejar Fukushima, su idea era viajar a pie hasta Yamagata, donde un viajero le dijo que el mejor clima de Japón en aquella época se encontraba en esa ciudad. No fue un viaje largo, llegó más pronto de lo que creyó, casi a la puesta de sol y se encontró ante sus ojos un hermoso paisaje montañoso, ideal para él, así que buscó en qué refugiarse antes que la luz solar desapareciera

—Creo que aquí es perfecto —dejó la única cosa que portaba (una maleta) sobre el suelo y buscó con qué hacer una fogata antes que cayera la noche, juntó también algunas papas dulces para asar que serían su cena

El sol se ocultó al horizonte, dejando muy poca luz de día pero Sanosuke ya terminó con su fogata y limpió también el suelo donde se iba a dormir, y mientras se comía una papa dulce asada, sentado en un tronco, recordó su encuentro hace un año

—Kenshin —suspiró afligido —Cada vez pienso más y más que jamás nos vamos a encontrar

Aunque Sano fue en sus buenos tiempos positivo y enérgico, cada vez estaba más decaído y todo era por causa de Kenshin y recordar esos bellos momentos que jamás iban a volver, cuando la niña fea hacía comida desastrosa y abusaba de ellos, sobre todo de Yahiko que era su sirviente personal y además su único y fiel alumno, esos días no iban a volver, Japón ya no los necesitaba, el tiempo de los samuráis y los peleadores había terminado. La alegría que vivieron todos juntos ya no era más que una sombra llena de recuerdos, solo de pensarlo se le nublaban los ojos

Sanosuke terminó su cena y por fin se acostó, junto al tronco, frente a la fogata, sus ojos destilaron lágrimas mientras se quedaba profundamente dormido.

Un piquete en su costado lo despertó, Sanosuke abrió sus ojos y se encontró con dos chiquillos molestos que lo picaban con una ramita de árbol, el ex peleador se levantó todo enojado y se acercó a los chicos para reprenderlos pero ellos se echaron a correr mientras se burlaban de él, Sanosuke los siguió hasta una pequeña choza de donde salió una ancianita, los bravucones corrieron hasta ella y se ocultaron detrás, eran tan pequeños que apenas sus cabezas llegaban a la altura de la cadera de la señora

Sanosuke se detuvo y señaló a los críos todo molesto

—Ellos, son unos insolentes, déjeme que les de su merecido —dijo gritando de la emoción y el enojo pero la señora le sonrió muy amable como si no le estuviera gritando

—Perdónelos, son solo unos niños —dijo con tono bien dulce y amable que hizo a Sanosuke guardar la compostura

—Debe educarlos mejor señora —sin hacer más grande el asunto les dio la espalda y empezó a alejarse

— ¿Tiene hambre? He preparado algo, déjeme compensarle por lo que han hecho mis nietos —la propuesta de la señora fue como una bendición para las tripas resonantes de Sanosuke, volteó rápido y una gran sonrisa se mostró en su rostro

—La verdad es que sí, corretear a los chicos me abrió el apetito —emocionado avanzó hacia la señora

—Por aquí —dijo amablemente y los chicos se echaron a correr dentro de la humilde casa

Sanosuke sintió un poco de vergüenza cuando vio lo pobre que era la pequeña casa, aun así la señora le ofreció comida. Los chicos insolentes se sentaron a la mesa y Sanosuke también, los dos miraron al ex pelear con curiosidad

—Dejen de mirarme —los regañó con tono poco suave, pero eso no los intimidó

— ¿Eres un vagabundo? —preguntó el mayorcito de los dos

—Niños, no sean impertinentes —regañó la señora

—Está bien —sonrió, esta vez con amabilidad hacia los chicos —Si lo soy

—Genial, eso es genial —contestó el otro chico

— ¿Genial?

—Nos gustan los vagabundos —dijo el primer chiquillo mientras su abuela le servía un tazón de arroz y solo dos pequeños pedazos de cangrejo

— ¿Por qué habrían de gustarles los vagabundos? —preguntó confundido

—No les haga caso, solo han conocido a uno, pero le tomaron un gran cariño —explicó la viejecita, Sanosuke pensó enseguida en Kenshin y se paralizó

—Pero él era asombroso —replicó el mayor de los niños

—Ya, pónganse a comer —reprendió la señora. Ya los tres tenían su tazón de arroz, solo faltaba ella, la señora se sirvió su desayuno y compartió la mesa

Agradecieron los alimentos y comenzaron a comer, menos Sanosuke porque seguía en shock, sabía que era una tremenda casualidad y que tal vez no se tratara de su Kenshin, pero ya antes se lo había topado así, por lo que su esperanza volvió

—Ese vagabundo —la señora lo volteó a ver — ¿Cómo se llamaba? —preguntó casi temblando, incapaz de probar bocado

— ¡Himura! —gritaron con emoción ambos niños

Ese nombre perforó no solo la cabeza de Sanosuke, sino también su corazón que volvió a latir acelerado después de estar un año apagado

La señora miró como su semblante cambió de aquella forma y fue lo suficientemente sabia para entender lo que estaba sucediendo, aquel forastero conocía al vagabundo que ella y sus nietos conocieron un par de meses atrás, un sujeto taciturno y sombrío, pero de una extraordinaria nobleza

— ¿Estás bien muchacho? —preguntó asustada. Sanosuke se incorporó

— ¿Sabe dónde puedo localizarlo? ¿Hace cuánto estuvo aquí? —cuestionó desesperado, olvidando por completo la comida. La señora lo miró con asombro, en sus ojos estalló un brillo que antes no se encontraba habitando en ellos

—Hace dos meses —respondió la segunda pregunta —Pero no dijo a dónde iba, solo estaba de paso, nos ayudó con unas cosas y se fue, solo estuvo aquí tres días —informó sin mentir en nada

Sanosuke trató de calmarse pero ya era imposible, era la primera pista de él en un año y estaba conmocionado, miró a la viejecita

—Agradezco la comida, pero por favor, raciónela con sus dos nietos —dijo amablemente aunque se moría de hambre, la señora sonrió y los chiquillos emocionados se repartieron el arroz y cangrejo de Sanosuke

— ¿Te vas muchacho?

—Sí —dijo sonriendo —Hay una persona a quien debo encontrar —con una gran sonrisa hizo una reverencia antes de marcharse

Echó a correr donde durmió, juntó sus pocas cosas y partió hacia el centro de Fukushima, solo existía un camino para ir ya sea al norte o al sur, Kenshin definitivamente tuvo que haber ido hacia aquel lado, Sanosuke dejó la zona montañosa y fue hacia el corazón de la ciudad, tal vez ahí alguien llegó a ver a un vagabundo con una cicatriz en la mejilla. La esperanza volvió a tocar a su puerta y estaba más que feliz.

CONTINUARÁ


Sanación con SanosukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora