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Tuve que soportar ocho horas y media de vuelo, estaba tan cansada y nerviosa, que inevitablemente podía sentir un hueco en el estómago, debido a los nervios que ya empezaban a apoderarse de mí. ¿estarían felices de verme? ¿les gustaría mi aspecto? ¿me encontrarían bonita? me empezaba a hacer una y mil preguntas.

Desde que mi padre me dijo que estaba comprometida con Matthew Hamilton, no había hecho otra cosa que pensar en ello, y es que me resultaba inevitable no hacerlo, pues tal vez, él, me llegase a considerar poca cosa, era consciente de que él, gustaba de salir con jóvenes totalmente despampanantes, las típicas mujeres curvilíneas y bien dotadas, mientras que yo..., yo, era todo lo contrario, nunca fui una belleza, ni tampoco una chica que tuviera un cuerpo bien dotado y esbelto, desde que tengo uso de razón, mi madre, solía exigirme que no comiera tanto, además de criticar mi aspecto, pues seguía sin poder creer que no me pareciera a ella, tan solo un poco.

Y por una parte no la culpaba, pues en su juventud, fue considerada una de las modelos más hermosas y cotizadas del medio, por lo que muchos esperaban que su hija, fuera una copia exacta y grande fue la decepción que se llevaron al darse cuenta de que no había sido así.

De manera inevitable, empiezo a recordar los peores días de la que se suponía debía ser una infancia feliz, pues en el colegio mis compañeros de clase, solían siempre molestarme, pues acostumbraban a colocarme apodos un tanto ofensivos, obligándome a ya no querer regresar más a ese colegio. Al principio mis padres, pensaban que sólo eran exageraciones mías, hasta que un día, llegue a casa con el labio roto y un ojo morado, fue ahí, cuando decidieron hacer algo al respecto, y me enviaron a un colegio de Londres, en donde, a decir verdad, habia pasado los mejores siete años de mi vida, sin embargo, como todo en la vida, lo bueno dura muy poco, pues ahora estoy de regreso a mi triste realidad, en un lugar que jamás habia sentido que fuera mi hogar, un tanto deprimida, suelto el aire que llevo conteniendo, mientras derrotada bajo la mirada, deseando que esto sea una mentira, estoy tan concentrada en mis pensamientos pesimistas, que ni siquiera soy capaz de darme cuenta que alguien se ha parado enfrente mío, hasta que escucho una voz muy familiar, que me obliga a levantar la vista.

—Señorita Smith, Bienvenida a casa.

—¿Daniel? — digo sorprendida, poniéndome de pie—. Daniel, ¿en verdad eres tú?

—Así es, señorita Julieta—respondió dedicándome una cálida sonrisa—. Lamento haberla hecho esperar, pues jamás ha sido mi intención, sin embargo, tuve que enfrentarme a un horrible tráfico—informó con cierta vergüenza.

—Descuida, la verdad, ni siquiera sentí que haya esperado mucho, pues he estado pensando en lo que me espera aquí—dije con cierta incertidumbre—. Mis padres, ¿están en casa?

—El señor Smith, está en una junta muy importante, mientras que la señora Smith, se encuentra en el club con sus amigas.

—Vaya... olvidaba que mis padres, vendrían a recibirme—solté con ironía, tomando mis maletas.

—No, permítame, señorita—se apresuró a decir el chofer—. Yo las llevaré—me dice quitándome las maletas y cargándolas él mismo.

Observo por última vez la sala del aeropuerto, antes de seguir a Daniel, quien ya iba unos cuantos pasos delante de mí, vuelvo a bajar la mirada al suelo, mientras guardo mis manos en los bolsillos laterales de mi pantalón, por más que intento estar tranquila, no lo consigo, así que instintivamente, empiezo a mirar a mi alrededor, buscando algo extraño, mejor dicho, buscando a los reporteros.

Querido  JohnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora