3

6 3 0
                                    



John

Ocho de la noche y aquí estoy... parado en medio del elegante recinto, sin nadie con quien hablar, solo observando cómo la gente se pavonea con sus atuendos caros, mientras algunos hablan de superficialidades, otros lo hacen sobre negocios. Juro, que, si no estimara al señor Henry, ni loco hubiese asistido a esta cena. Dirijo mi mirada, hacia el otro extremo del salón, justo en donde él y su esposa conversan animadamente con la viuda de Hamilton. De pronto, puedo notar como la señora Smith, busca a alguien por toda la estancia, su mirada es tan insistente y por un segundo se puede apreciar cierta preocupación, hasta que una joven de cabellera castaña, le susurra algo en el oído, haciendo que ella suavice su semblante y sonría. Justo cuando estoy tan concentrado haciendo mi análisis, soy interrumpido, por uno de los meseros quien muy amablemente se acerca para ofrecerme algo de beber.

—Una copa de vino, ¿señor?

—Gracias— respondí tomando una. Apenas le di un trago a aquella costosa bebida, y no pude evitar fruncir el ceño, ante la horrenda sensación que me produjo—. No entiendo, cómo es que los ricos, soportan este tipo de cosas— dije aparentemente en voz alta, pues me lo habían confirmado una risa armoniosa y una voz suave al responder:

—Tal vez, es por esa razón, que la mayoría de la gente adinerada es amargada.

—Avergonzado y con el rostro caliente, me giré sobre mis talones, para encarar a la dueña de aquella melodiosa voz. Pero, justo cuando lo hice, deseé que la tierra me tragara, pues en ese instante, mi respiración se tornó pesada, mientras que el tiempo parecía haberse detenido. Ante mí, se encontraba lo que consideré un ángel, una aparición celestial. ¡Dios! esos ojos verdes, esa boca en forma de corazón y esa sonrisa hermosa, me habían dejado como un idiota, sin nada que decir.

—Lamento... no quise...

—No... no, descuida— dije finalmente, llevándome una de mis manos, hacia la nuca.

—Quiero aclarar, que no me reía de ti, sino de tu observación. A decir verdad, concuerdo con lo que dices. Habiendo tantos vinos dulces y suaves, la mayoría de aquí, prefieren los que son repugnantes.

—Es verdad— respondí esbozando una sonrisa relajada—. Por cierto, soy John Thompson— me presente extendiendo mi mano.

—Vaya, un nombre sencillo y fácil de recordar. Mucho gusto, John. Y, dime, ¿qué te trae por aquí? — interrogó, aquella joven desconocida.

—Pues, me he visto obligado a estar presente en esta horrenda cena, y todo porque la hija superficial de mi jefe ha llegado de Europa— confesé irritado.

—Por lo que veo, la hija de tu jefe, no te agrada. Pero, ¿ya la conoces?

—Basta con conocer al hermano, como para darme una idea de lo arrogante que es la joven—respondí sin más , dirigiendo mi mirada hacia el hijo mayor del señor Smith.

—No creo que sea como el hermano.

—Tienes razón... tal vez sea peor— solté con sorna.

—¿Crees que ya haya llegado?

—Probablemente— respondí mirando a mi alrededor—. Hay tantas jóvenes lindas y algo superficiales. Apuesto, a que es la rubia del vestido rojo, que se encuentra conversando, con James Ford.

—Eres tan gracioso, pero estoy convencida de que esta noche te llevaras una sorpresa— inquirió con cierta picardía.

—Probablemente, por cierto, ¿cuál dijiste que era tu nombre?

Querido  JohnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora