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—¿Te encuentras bien, jul? —preguntó Sam, mientras se acomodaba en mi cama—. Te noto diferente.

—Son ideas tuyas, creo que te ha afectado mucho el que ya no podamos vernos tanto como antes—me apresuré a decir, intentando ocultar el fuerte dolor que sentía en el abdomen.

—Puede que tengas razón, ya han pasado casi quince días—dijo incrédula—. ¿Por qué ya no has respondido a ninguno de mis mensajes? —preguntó de repente.

—Lo lamento, es que he estado muy ocupada—mentí, desviando la mirada—, Y es que, en efecto, llevaba ya quince días, sin responder a ninguno de los mensajes que Sam y John, me enviaban, pues lo que menos deseaba era el de tener que dar explicaciones, tanto así. Que incluso en más de tres ocasiones me atreví a cancelar mis salidas con Matthew.

—Me tenías demasiado preocupada, y por eso decidí escaparme de mis obligaciones sólo para verte.

—No era necesario, Sam... y pues como ves, estoy bien...demasiado bien—volví a mentir, frunciendo el ceño, ante el fuerte dolor que cada vez me costaba ocultar.

—¿Qué te parece, si vamos a comer una hamburguesa?

—Creo que por esta vez paso.

—No puedo creer que no quieras una, si tú las adoras—dijo incrédula—. Sentándose por completo en la cama, solo para mirarme.

—Las cosas cambian, Sam, como todo en la vida.

—Jul... sabes que puedes confiar en mí, así sea la cosa más grave, yo jamás te juzgaría.

—Lo sé, Sam... y eso te lo agradezco muchísimo.

—¿Acaso es por lo que esos idiotas dijeron sobre tu aspecto? Si es eso, no debes darles importancia, pues al hacerlo, les estas dando poder... no se los des.

Para ella, era fácil decirlo, pues, era hermosa, con una figura envidiable y bien dotada, mientras que yo, era gorda y horrenda, nada de lo que me ponía me lucia bien, por eso siempre optaba por ponerme ropa muy holgada, para ocultar mi sobrepeso, algo con lo que llevaba ya un año luchando, pero que ahora el vomitar no era suficiente, por ello me habia visto en la necesidad de utilizar laxantes, después de que me daba tremendos atracones con la comida.

—No es por eso.

—¿Entonces?

—Es que ya no me gustan las hamburguesas como antes, hay cosas que dejaron de gustarme y eso está bien, ¿no?

—Supongo que sí, es solo que me extraña demasiado tu cambio tan repentino de gustos y hasta cierto punto tu actitud. Realmente te veo muy apagada, incluso mi tía Amber, me ha dicho que ya casi no sales, y que sólo lo haces cuando se te obliga.

—Está exagerando como siempre—dije molesta—. Sabes que a ella le encanta el drama, ahora que lo considero, ella bien podría participar en un reality Show, de esos que son tan patéticos y exagerados.

—Parecía estar muy preocupada.

—¡Claro! —solté con ironía—. Olvidaba que ella era una madre abnegada.

—Jul, por favor—dijo acercándose a mí.

—No, Sam... desde que regresé, no ha hecho otra cosa que soltar comentarios hirientes con respecto a mi aspecto y, por si fuera poco, ella concuerda con lo que esos idiotas dicen sobre mí en las revistas de chismes y ya estoy cansada.

—Jul, te entiendo, yo también...

—Nadie me entiende y eso es lo que más me estresa. ¿Acaso no se dan cuenta de que hago todo lo posible por agradar?

—No hace falta que hagas infinidad de cosas para agradar, sabes de sobra, que eso jamás va a suceder, lo único realmente importante, es que tú misma te agrades, que se vayan al Diablo los demás.

—Ojalá fuera así de sencillo—murmuré.

—Claro que lo es, es solo que nos gusta ahogarnos con solo una gotita de agua—dijo, abrazándome muy fuerte—. Por suerte, yo estoy aquí contigo, siempre lo estaré.

Ambas nos quedamos abrazadas por largo rato, yo, recargando mi rostro en su hombro mientras mis lágrimas se convertían en sollozos leves, para después secarse en mis mejillas, ahora me sentía reconfortada, pero de sobra sabía, que una vez que Sam, se marchará nuevamente me volvería a sentir sola y miserable.

—¿Cómo van las cosas con Matthew? —preguntó de repente, acariciando mi nuca.

—Supongo que bien—respondí sin ánimos.

—¿Supones? —preguntó divertida—. ¿Te ha besado finalmente?

—¡No! ... —me apresuré a responder—. No me siento lista para dar ese gran paso.

—Es solo un beso, tampoco es que tú y él vayan a tener intimidad.

—El que permita que me bese, es tener intimidad de cierta manera—informé—. Por eso cada vez que él intenta acercarse a mí con esa intención, yo siempre lo evito.

—Tal vez por ahora... pero tienes que ser consciente de que tarde o temprano, tendrá que suceder eso y más.

—Ni me lo recuerdes, que el simple hecho de imaginármelo me da cierto temor.

—Puedo imaginármelo... ¿Has sabido algo de ese chico guapo?

—¿Chico guapo? —pregunté desconcertada.

—Si, el que es asistente de tu padre, Joseph, Jo...

—John—corregí—. Se llama John Thompson.

—Bueno, ese chico, ¿lo has vuelto a ver?

—No... la última vez que nos vimos fue hace un mes en Central Park—dije sin ánimos.

—Creí que te agradaba.

—Y en efecto así es, es sólo que es complicado de explicar—respondí, levantando mi rostro para mirarla a los ojos.

— ¿Quieres hablar de eso?

—La verdad es que John Thompson me gusta—confesé.

—Jul—dijo alarmada.

—Ya sé que es un imposible y esas cosas, pero me fue inevitable, me enamoré de él a primera vista, tal vez suene demasiado patético, pero así fueron como sucedieron las cosas.

—No te culpo, si el chico es muy apuesto y se nota que hasta es muy caballeroso y agradable.

—Vaya que lo es, para su edad es una persona muy madura.

—¿De verdad? —preguntó curiosa—. Eso sí que no me lo esperaba. Pero por tu propio bien, Jul, no te hagas muchas ilusiones con ese chico, ya sabes los motivos, ambos se perjudicarían.

—Eso ya no importa, así como ya no importa lo que yo sienta por él, pues él ya tiene a alguien especial a su lado.

—¿Cómo es que estas tan segura? Cielos, Jul, me estas sorprendiendo.

—En nuestra última salida, él me lo confesó, así que, para no seguirme haciendo daño, tome la decisión de alejarme, ya ni siquiera le he respondido ningún mensaje.

—Es lo mejor, Jul. Imaginemos que las cosas fueran diferentes, y que él correspondiera a tus sentimientos, mis tíos pegarían el grito en el cielo, sobre todo la tía Amber, y ni que decir de Laura Hamilton, ambas sabemos de sobra, que les importa mucho el estatus social y el qué dirán, y apuesto a que harían todo lo posible por arruinarle la vida a ese muchacho, que desde luego no tendría la culpa de absolutamente nada, pero que, para desgracia, la vida es todo menos justa.

—Hice bien en alejarme a tiempo—dije con melancolía, intentando convencerme a mí misma de aquello.

—Las cosas siempre pasan por algo, jul—reconfortó—. Además, se han ahorrado demasiados conflictos.

—Supongo—murmuré.

Querido  JohnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora