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John

Desde que el señor Henry, anuncio que su hija regresaba de Londres, se encontraba muy estresado, en la compañía todo era un revuelo, pues los reporteros, intentaban conseguir una entrevista, deseaban saber todo sobre aquella joven, y siendo honesto, me había entrado curiosidad, la única foto que había visto de ella, era la que descansaba sobre el escritorio del señor Smith, ahí, se podía ver a una pequeña de mirada triste, que no pasaba de los diez años. En el tiempo que llevaba trabajando para el señor Henry, jamás le había escuchado hablar de ella, hasta, apenas dos días atrás, cuando dijo que apenas su hija pisara tierra americana, la comprometería con el heredero de los Hamilton, haciendo que de ese matrimonio naciera un nuevo emporio. Debía admitir, que sentía lástima por esa joven, ya que no era difícil suponer que su vida estaba lejos de ser perfecta y de ensueño, como los medios solían decir siempre.

Es verdad que admiro al señor Henry, ya que fundo Smith and Smith Corporation a los dieciocho años, convirtiéndola en una de las empresas más importantes de cosméticos y cuidado de la piel, a nivel mundial. Y todo se debe a la calidad que ofrece, ya que se toma muy enserio la selección de los ingredientes, así como los exhaustivos estudios de laboratorio, gracias a ese arduo trabajo del equipo, una vez que los productos salen al mercado, estos se agotan en minutos, pues la demanda es demasiado alta.

Por si fuera poco, la señora Smith, en su juventud, se posiciono como una de las modelos más importantes y pese a que había dejado atrás el modelaje, creo su propia línea de ropa, la cual es también un éxito. En pocas palabras cada cosa que los Smith tocan lo convierten en oro, y no es para nada extraño, que sean una de las familias más prestigiosas de New York y que sus rostros aparezcan en las principales revistas de empresarios, aunque es una lastima que no pueda decir lo mismo de su hijo, pues Sebastián Smith, es el típico, heredero arrogante, engreído y mimado, que cualquiera puede llegar a odiar. Cada vez que él viene a la compañía, nos mira como si fuéramos poca cosa, él no pide las cosas por favor, las ordena, y siempre gritando y ahora que lo pienso un poco mejor, tal vez la hija es igual o puede que hasta peor.

Al menos estaba agradecido, ya que al ser considerado un día «Importante»

trabajábamos medio tiempo, sin embargo, no todo era color de rosa, pues estaba bien trabajar medio tiempo, lo que no estaba bien, era que se nos obligara a asistir a dicha cena. Para mi era uno de los peores castigos, odiaba a sobremanera ese tipo de eventos, pues el ambiente era demasiado superficial, no veías otra cosa que no fueran a los grandes magnates, fumando sus costosos puros mientras hablaban de negocios, y a sus herederos, aquellos mimados que no conocían el significado del arduo trabajo, pavonearse por todo el salón, mientras presumían sus caras adquisiciones, o de cuánto dinero habían malgastado en ellas, mientras pensaba con hastió, lo que tendría que soportar en unas horas, se acercó Alexander, con una sonrisa de oreja a oreja, divirtiéndose de lo lindo de mi cara de fastidio.

—John, hombre, quita esa cara de hastió que tienes— dijo en tono divertido—. Si no te conociera, diría que estas por asistir a un funeral.

—Es casi lo mismo— respondí, suspirando, mientras me ataba la corbata.

—No creo que sea tan malo, ¿o sí?

—Al menos sé que no voy a ser el único que va a estar aburrido.

—Es verdad, sobre todo yo, como subdirector me veo obligado a recibir y convivir con cada uno de los invitados... Al menos he practicado mis gestos.

—Yo también lo intento—aseguré.

—Pues no te estas esforzando lo suficiente.

Apreciaba mucho a Alexander, ya que, pese a su posición importante, era un hombre demasiado humilde, la primera vez que lo conocí, fue cuando él me había entrevistado para el puesto de asistente, ya que se había hecho pasar por uno de recursos humanos. Durante la entrevista se mostro demasiado relajado y hasta bromista, haciendo que la entrevista me pareciera demasiado corta, para cuando esta termino, yo ya habia quedado dentro.

Querido  JohnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora