16

3 1 0
                                    


No puedo creer lo que esa bola de arpías dijo sobre ti—musitó con gran indignación Sam, quien se dejaba caer de espaldas en la cama—. Cómo no estuve ahí, para haberles dado su merecido.

—Descuida, no les presté atención—mentí, bajando la mirada, mientras mantenía una lucha interna por no llorar. —El haber escuchado todo aquello, habia sido un duro golpe para mí, sobre todo, porque hacía ya un año que llevaba luchando con mi apariencia y peso, lo cual no me estaba resultando fácil, sobre todo porque no era para nada agraciada, pues aparte de ser de piel trigueña, cabello castaño y demasiado rizado, mi rostro no poseía ningún rasgo fino, lo único que aparentemente estaba bien en mí, eran mis ojos verdes, los cuales aparte de ser grandes, resaltaban gracias a mis largas pestañas, en cuanto a mi cuerpo, lo odiaba por completo, sobre todo porque toda la ropa que utilizaba era de talla extra grande, para por lo menos ocultar un poco mi gordura, sin embargo, se me obligaba a utilizar ropa entallada, la cual lograba cerrarme gracias a las fajas, pero que para mí desgracia, lejos de verme bien, me hacía ver ridícula, y no era algo que solo yo dijera, sino que las revistas de moda y chismes, también concordaban con ello, y que mejor que a través de sus comentarios malintencionados y burlas.

Definitivamente jamás iba a olvidar el cumpleaños de Laura Hamilton, pues habia sido el peor día de mi vida.

—Jul, ¿está todo bien? —preguntó Sam, sentándose en la cama—. Desde que regresaste de Londres, te he notado muy distraída, ¿quieres contarme?

—Te parecerá muy exagerado de mi parte, pero no logro acostumbrarme a estar aquí, me siento como una completa extraña, fuera de lugar.

—Te entiendo y es normal, pues el haber pasado casi ocho años en otro continente, no ha sido cualquier cosa, te adaptaste muy rápido.

—Es irónico, ¿no? A pesar de que me encontraba en un continente desconocido, me sentía cómoda y en casa, y aquí, que es donde está mi familia, me siento como si no perteneciera a este lugar.

—¿Has hablado con tus amigos británicos?

—No—respondí, cabizbaja—. Temó, que, si lo hago, voy a terminar llorando y deseando aún más irme de aquí.

—¡Ay, Jul! no sé qué decirte, me gustaría poder asegurarte que vas a estar bien, sin embargo, ni yo misma lo sé.

—Tengo que aceptar que, aunque me esmere por encajar, jamás voy a conseguirlo, siempre me van a criticar y a juzgar. Ni siquiera son conscientes del daño que me causan, pero como siempre tengo que aparentar que todo está bien, que lo que dicen de mí no me afecta.

—Jul, tal vez lo que te voy a decir suene muy trillado, pero es la verdad. No debe de importarte lo que los demás digan de ti, al final de cuentas, hagas algo bueno o malo, ellos siempre van a hablar, nunca se les va a tener contentos. Mejor enfócate en ti.

—Suena tan sencillo—murmuré—. Eso lo he intentado muchas veces, sin embargo, no puedo. ¿Algún día ellos dejaran de hablar de mí?

— ¿Has escuchado esa frase que dice: «No te preocupes por lo que hablan de ti, preocúpate cuando dejen de hacerlo, pues cuando así sea, querrá decir que ya no les importas»?

—Agradezco tus palabras, Sam—respondí con una sonrisa.

—Cambiando de tema, ¿Tú y Matthew, ya han fijado fecha para la boda?

—Dios, no—me apresuré a responder—. De hecho, es un tema que trato de evadir cada que estoy con él o con su madre. No tengo prisa alguna.

—¿Aun lo encuentras inadecuado?

—No solo eso... él, no es lo que aparenta ser—murmuré.

—¿A qué te refieres? —cuestionó frunciendo el ceño.

—No es nada, olvídalo—dije, intentando restarle importancia a lo que acababa de decir.

—No, Jul, por favor...Dime a que te refieres, ¿hay algo que no sepa?

—Matthew, sigue en sus andadas, es lógico que no va a cambiar, siempre será un mujeriego de lo peor y para colmo, yo seré la esposa que va a tener que soportar cada una de sus infidelidades, y todo porque mi padre, decidió venderme con el mejor postor. Definitivamente esa no era la vida que yo esperaba para mi—solté con amargura—. Yo me veía, viviendo feliz en Londres, mientras me dedicaba a impartir clases de literatura, en Oxford o Cambridge.

—Siempre hay una explicación para todo, tal vez haya sido un mal entendido.

—Sam, habia fotos—dije molesta—. ¿Acaso no son esas pruebas suficientes?

—Pero no olvides como son algunas modelos, siempre buscando la mejor oportunidad para obtener unos minutos de fama, y que mejor que causando 'polémica.

—Defiendes tanto a Matthew, ¿acaso te gusta?

—¡Por Dios, no! —exclamó asustada—. Es solo que ha cambiado mucho, debo reconocer que ya no es el patancito mimado de antaño. Tal vez puedas hablar con Matthew, para que te deje trabajar, estoy segura de que, si se lo expones, entenderá.

—Claro, Sam... él, lo va a entender y lo va a permitir—bufé—. Ya me han dejado muy en claro, que una vez que nos casemos, mi trabajo será el de verme impecable y tener al menos un hijo, que no voy a trabajar, y que, si quiero hacer algo productivo, que empiece a codearme con las esposas de otros empresarios para ir al club con ellas, o colaborar con alguna fundación, pero hasta ahí. Lo de la fundación, no es mala idea, incluso es algo que me llama la atención, pero todo lo anterior me resulta demasiado denigrante, es como si aun estuviéramos en aquella época en donde las mujeres no valíamos nada.

—Es obvio, que Laura Hamilton, es una mujer de mente muy cerrada, pero ni aun así dejes que eso te vaya a frenar. Es verdad que vas a hacer esposa de Matthew Hamilton, pero no su prisionera o peor aún, «su marioneta» Te aconsejo que intentes hablar con él, estoy segura de que te apoyará, ese hombre te adora, y no me digas que no es así, pues se le nota lo enamorado que esta de ti.

—Es increíble como lo defiendes, solo espero que cuando te des cuenta de cómo es realmente no te vayas a llevar una gran decepción.

—Jul, no lo defiendo...entiende, solo estoy exponiendo todo lo que he visto, además de que he tenido la oportunidad de convivir un poco más con él, debido a los negocios que lleva con mi padre.

—Definitivamente te ha encandilado con su maravillosa actuación del «perfecto caballero»

—Jul, en verdad, si hay algo que yo desconozca, por favor dímelo. ¿Te ha hecho algo malo?

Aunque quería decirle que aquel hombre al cual idolatraba y que tanto defendía, habia estado a punto de abusar de mí, simplemente no podía, por miedo a que ella tampoco me creyera, tal cual habia sucedido con mi madre, quien me habia acusado de loca, exagerada y hasta de egoísta. Desde luego que no me iba a mentir a mí misma, diciendo que aquello no me habia lastimado, pues esperaba al menos un poco de comprensión por parte de aquella persona que se suponía debía escucharme, apoyarme y hasta cierto punto preocuparse por mi bienestar. Sin embargo, habia logrado sobrellevar eso, pero lo que, si no podría, sería el de recibir la misma reacción por parte de Sam, ella era lo único que me quedaba, era mi amiga, mi paño de lágrimas, y no podía darme el lujo de perderla, no ahora cuando más la necesitaba, ahora que me sentía sola y que mi vida era un completo infierno.

—No me ha hecho nada, Sam—mentí, mordiéndome el labio inferior.

Querido  JohnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora