14. Y así fue.

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Adolfo jamás había ejercido de padre, pero al intentarlo se dio cuenta de dos cosas, una, que no sólo no se le daba tan mal como temía y dos, que incluso le gustaba. Alicia era y siempre sería la niña de sus ojos, tan parecida a su madre que incluso dolía.
Carlota cada vez era menos llorona y más adorable.
Aurora, que fue diagnosticada de depresión post parto grave y puesta en tratamiento, al poco tiempo mejoró de forma sorprendente.
Pero tan disgustada estaba Alicia por la pérdida de Raquel que nada de eso parecía importarle. Su padre tardó en darse cuenta, hasta que se le ocurrió el regalo de cumpleaños perfecto. El que menos ilusión le hizo a Alicia según sus propias palabras.
- Papá, yo no sé esquiar, y si no me gusta la nieve? - Habían llegado al hotel y se negaba a bajar del coche.
- Si no sabes esquiar siempre puedes aprender, seguro que hay alguna niña que está deseando enseñarte.
Alicia estaba tan enfurruñada que ni siquiera se daba cuenta que era Raquel quien la estaba esperando fuera. La cara le cambió por completo en cuanto la vio.
- Es el mejor regalo papá, el mejor regalo, te quiero, te quiero, te quiero.
Y ver así de feliz a su hija, le hizo tener otras buenas ideas para procurar que ambas niñas no perdieran el contacto, cartas, llamadas, escapadas de fines de semana, y, lo que más adoraban, los campamentos de verano.
Allí planeaban su futuro juntas, sus estudios, sus trabajos, cuando a los 16 se emanciparon y se pusieron a vivir juntas, tenían claro que nada saldría mal.

Inspectora SierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora