DARKNESS CLUB

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*EIDEN*

-¿Qué es lo que soy para ti?- Me preguntó. 

¿Qué es lo que debo responder? Piensa, piensa rápido. ¿A caso debería decir -Eres lo que más anhelo en este mundo, quiero que mandemos al carajo el maldito contrato que desde un principio nunca tuvo razón de ser porque te amo?- Debería de ser más honesto conmigo mismo y con ella, el contrato solamente fue una excusa para poder verte, para que me conocieras...

*Tres años antes*

Me encontraba de fiesta en mi casa con el deseo de sumergirme en el alcohol, algo que solía hacer con frecuencia, no tenía la menor intención de mantenerme sobrio un solo instante, pues me habían dado la noticia hace un mes de que mis padres habían fallecido en un accidente de auto, aunque la verdad, los reportes del suceso no estaban del todo claros, había alteraciones en los datos, un relato que no tenía sentido. 

Ellos eran todo lo que tenía y aunque siempre estaban viajando fuera los sentía cerca de mí; ahora me habían dejado a mi suerte. A mis ojos, ése era motivo suficiente para desear morir, querer ir con ellos, pero era demasiado cobarde para cortar mis venas, arrojarme de un edificio cualquiera o colgarme de una soga. 

Buscaba otras maneras para encontrarme frente a frente con la muerte, tenía la intención de hallarla de cualquier forma posible, en un arma de fuego, polvo blanco o una inyección. Llevaba un mes aprovechándome del dinero que me enviaban mis abuelos desde cualquier otro país, despilfarrándolo en el alcohol que bebía a diario, esperando algún día, ya no despertar; sin embargo, el problema era que me estaba haciendo cada vez más inmune al alcohol, ya no me bastaban unas cuantas cervezas,  cada día debía aumentar la cantidad y en esa ocasión compré una botella de vino con la intención de beberla en completa soledad. 

Fue esa noche cuando la conocí. A pesar de que la fiesta era en mi casa, yo siempre estaba encerrado en mi habitación, no me interesaba lo que hicieran los demás, si querían robar algo me daba lo mismo, si incendiaban la casa me harían un favor. 

Me encontraba sentado a la orilla de mi cama, abrí la botella de vino y comencé a beberla, ya no sentía nada en la garganta, simplemente fluía como agua. Era una de esas ocasiones en las que las heridas del corazón duelen más que un trago de alcohol. 

De la nada, se abrió la puerta de mi habitación que se encontraba a mis espaldas.

-Ho... ¿Hola? Lamento mucho interrumpir pero...-

-No puedes entrar aquí, largo- dije sin moverme, la voz femenina que sonaba aún no tenía rostro. 

-Estoy buscando a mi hermano, se llama Julio y...-

-¿No me escuchaste? ¡Dije largo!- grité con más fuerza.

-¡Te escuché maldita cacatúa! Y yo te he dicho que estoy buscando a mi hermano.

-¿Cacatúa? ¿Me has llamado Cacatúa? 

-Este...sí, lo lamento...

-Deja de lamentarte, no llevas ni medio minuto aquí y ya lo has hecho dos veces. Lamentarse no sirve de nada. 

-En eso tengo que contradecirte, el hecho de que una persona sienta la necesidad de lamentarse es completamente válido y humano, si debo lamentar algo simplemente lo haré porque es parte de vivir, pero eso sí, siempre es mejor hacerlo  por algo que salió mal, a lamentarse el nunca haberlo hecho, es entonces cuando te encuentras con la palabra "hubiera", esa en verdad no te sirve de nada. 

-¿Hubiera? ¿De qué estás hablando? 

-Si,  me refiero precisamente a que en ocasiones las personas viven encerradas en un dormitorio bebiendo alcohol a solas, pero no se encuentran lamentándose por algo que salió mal, lo hacen pensando en el "hubiera". 

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⏰ Última actualización: Jun 16, 2022 ⏰

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