UNA VISITA INESPERADA

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El día lunes desperté tarde, con unas ojeras de panda y con un dolor de cabeza intenso, además de que no me sentía muy bien, por eso tuve que faltar a la escuela. Mi hermano me llevó a la cama una pastilla y el desayuno para que me sintiera mejor, pero no tenía ganas de probar bocado.

Tal vez la cena del domingo hizo que mi estómago se inflamara durante la noche, o fueron esos pensamientos catastróficos sobre Eiden que no me había llamado en todo el fin de semana los que me hicieron sentir así, no lo sabía con certeza, o tal vez una combinación de ambas cosas resultó de lo peor.

Cuando me quedé dormida otro rato más en mi cuarto me despertó el sonido de mi teléfono celular, así que respondí a la llamada medio adormilada aún -¿Hola?-

-Estaba esperando algún mensaje tuyo, al menos un "Gracias" hubiera estado bien-.

Al parecer mi cerebro no conectó muy bien esas palabras y no armé el rompecabezas (más bien mi cabeza estaba rota en ese momento) así que respondí -¿Gracias por qué? ¿Y tú quién eres?-

-Creí que ya estabas reconociendo mi tono de voz, pero te daré una pista a ver si eso te refresca la memoria ¿Qué tal pasaste la noche en el café?-

En ese instante caí en la cuenta de que actué como una completa desinteresada ante lo que habíamos pasado juntos hace unos días, me sentí muy avergonzada y el único pretexto posible ante la situación fue culpar a mi enfermedad.

-Pe... perdona Eiden, no sé qué estoy pensando, me siento un poco cansada y enferma. No pude llamarte, lo siento-.

-¿En serio? Vaya, no imaginé que mis encantos te afectaran tanto para no poder levantarte de la cama-. Y con unas pequeñas risas se despidió de mí.

Después de que él colgara repentinamente, me puse a pensar ¿entonces él estaba poniéndome a prueba? Fue como si estuviera esperando mi llamada todo este tiempo, y yo estuve esperando la suya. Al parecer los dos somos un par de orgullosos.

Unas horas más tarde mi hermano dijo que iba a salir. Me quedé sola en casa recargando energías para recuperarme lo más pronto posible, pero de pronto escuché el timbre. Mi hermano llevaba sus llaves porque sabía que yo no podría abrirle la puerta cuando volviera, así que no vi la necesidad de bajar a preguntar quién era -Seguramente es un vendedor ambulante que viene a ofrecer alguna cosa- Pensé, pero no dejaban de tocar el timbre descontroladamente. Decidí bajar de mi cuarto para abrir la puerta y con lo que me encontré me dejó estupefacta.

-¡Wooow! Te ves muy mal. Pero no te preocupes, ya estoy aquí para cuidarte-.

Cerré la puerta rápidamente como si fuera uno de mis reflejos, pero volvieron a tocar el timbre. Esta vez abrí lentamente sin poder creer lo que estaban viendo mis ojos. Eiden estaba parado en la puerta con una bolsa que parecía llena de medicamentos y unas verduras en la otra mano.

-Sé que aún no somos mejores amigos ni nada por el estilo, pero azotarle la puerta a alguien en la cara me parece de muy mala educación ¿No crees?, además, vengo a cuidarte ¿Y así me tratas?-

-Lo siento, pensé que era una alucinación mía.- dije entre pequeños quejidos.

-Bueno, sé que ya alucinas conmigo y que estoy en tus sueños, pero ahora soy real.- Yo solamente vi una gran sonrisa en su rostro.

Cuando entró me mandó nuevamente a la cama como si fuera una niña pequeña a la cual cuidar y él se quedó en la cocina preparando un agua de piña.

No supe el momento preciso en el que subió a mi recámara, pero cuando abrí nuevamente los ojos él estaba al lado mío, viéndome dormir y acariciando un mechón de mi cabello. Se espantó tanto al verme despierta que dio un salto y cayó de la cama golpeando su cabeza contra la alfombra, no pude evitar reírme sin piedad.

Primera advertenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora