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La mañana había comenzado a abrirse paso sobre el cielo plenamente despejado de aquel día Domingo.

Thomas había decidido mudarse con su familia a los suburbios, sin dar mucho detalle de la casa estilo victoriano que había conseguido en una subasta millonaria.

Su hijo Gael observaba a detalle el minúsculo espacio que separaba de su nuevo hogar, la casa contigua a la suya.

— Hijo, ayuda a tu madre con las maletas.

— De acuerdo. — dijo bajando sus auriculares a la altura de sus hombros.

Una vez adentro se miró frente a un espejo que se encontraba arrinconado en una de las esquinas de la recepción junto a la entrada.

Observó su cabello rubio detenidamente hasta detenerse en sus ojos verdes, luego de recorrer todo su aspecto.

— Lo quitaré apenas consigamos una subasta. — dijo su padre ingresando con las últimas dos cajas de la mudanza.

Él asintió subiendo las escaleras que daban al ático. Buscaba un lugar en específico para sentirse a gusto cuando le ganaran los ataques de pánico que tenía desde pequeño.

Sufría bullying constantemente y era acosado por la mayor parte de sus compañeros del colegio, algo que provocaba cada vez más, que sus ataques fueran frecuentes.

El lugar tenía buen espacio. Era amplio y acogedor. Tenía cierta calidez respectiva a los rayos de sol que entraban por las ventanas que se cerraban sobre el tejado.

Observó el techo de la casa vecina y se sorprendió al notar la presencia de una joven que bailaba en su habitación.

Abrió la ventana al percatarse de que el sonido era opacado por el vidrio y escuchó de manera lejana, una canción familiarizada a sus oídos por escuchar el significado cada vez que se sentía solo.

...Don't you know too mach already?
I'll only hurt you if you let me
Call me "friend", but keep me closer (Call me back)
And I'll call you when the party's over...

La joven se detuvo mirando, al parecer, el extremo de la habitación en la que se encontraba, cuando una sombra la empujó al suelo con brusquedad.

Gael bajó corriendo por las escaleras, recordando la imagen grabada en su mente, hasta llegar a la casa contigua y tocar el timbre constantes veces a pesar de los reproches de su madre.

Se tardaron en abrir la puerta más de lo esperado y comenzó a reiterar su acción hasta que la puerta se abrió de golpe.

Un chico alto, de cabello oscuro y de mirada profunda e intimidante salió con torpeza hacia el porche, encontrándose con él.

— ¿Qué necesitas? — preguntó sin saludar.

Gael comenzó a imaginar una excusa lo suficientemente creíble para pasar desapercibido frente a esa mirada que le helaba el alma.

— Eh... Acabamos de mudarnos y... Si no es mucha molestia quería saber si hay alguna tienda cerca.

— ¿Son de la casa de al lado? — interrogó mirando hacia su lado izquierdo donde se encontraba el camión de mudanzas.

Él se dirigió hacia la casa de aspecto victoriano llegando hacia Thomas con pasos apresurados.

« No debí interrumpir. » pensó corriendo tras el sujeto que se acercaba a su padre.

El joven se detuvo en seco, con una expresión huraña en el rostro y se dirigió a su padre.

— Buenas tardes. ¿Ustedes acaban de mudarse? — preguntó al instante dibujando una sonrisa en su cara.

— Ah, claro. Somos nosotros. — respondió Thomas aún sorprendido por el gesto y extendió su mano — Familia Garter.

— Mi nombre es Lion, su vecino.

— Un gusto conocer a alguien tan sociable. — respondió él en un apretón de manos — Por cierto, él es mi hijo Gael y ella es mi esposa Clara.

— Es un gusto conocerlos, espero que se queden mucho tiempo.

Gael se giró sobre su propio cuerpo al escuchar pasos provenientes detrás de su espalda para observar a una niña de su misma edad llegar hasta donde estaban reunidos.

Era de cabello negro recortado por debajo de los hombros y compartía una mirada igual de profunda y oscura que la de Lion.

Él se estremeció al verla acercarse, no era demasiado sociable con niños de su edad, ya que solía sufrir agresiones de su parte.

Para su sorpresa, ella le sonrió y asintió en señal de saludo mientras se colocaba cerca de Lion.

— Lion... — dijo con una voz llena de dulzura — ¿Qué haces aquí?

El mayor se giró ofuscando la mirada amable de hace unos instantes, por una de enojo pleno que disimuló frente a los adultos, pero no pasó desapercibida por Gael.

— Eh... Lamento no haberla presentado antes, ella es mi hermana, Litzy. — dijo entre dientes.

La chica sujetó la mano de su hermano y saludó con la otra.

— Hola... — dijo acariciando su cabello — Hace mucho calor, creo que regresaré a casa, salí sin pensar, es que la puerta estaba entreabierta. — terminó de decirle a Lion mientras se despedía.

— Es una niña muy dulce. — sonrió Clara haciéndole un gesto a Gael.

El niño refunfuñó ante la actitud infantil de su madre y regresó al ático para mirar por el otro extremo de la ventana que daba al lado izquierdo de su casa.

O B S E S S I O NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora