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Gael bajó las escaleras hacia la cocina recordando el día anterior.

Había visto a Litzy desnuda sin quererlo, y se arrepentía de no haber apartado la vista a tiempo.

— ¿Estás bien? — preguntó Clara con una sonrisa a la par que acariciaba su mejilla — Te ves pálido.

— No es nada.

— Puedes decirme si lo consideras necesario.

— En serio, mamá. No es nada. — minimizó con una sonrisa.

Terminó su desayuno y subió a buscar su bolso de estudios para salir a la vereda y caminar a la parada del autobús.

Cicatrices... Golpes... Heridas... Roturas... Cortes...

Se detuvo frente a la casa que comenzaría a ser el principal trayecto diario de su recorrido habitual.

Miró la puerta de entrada y el frente de la casa.

« ¿Qué sucede ahí dentro? » se preguntó siguiendo su camino.

Al llegar se sentó sintiendo que la lluvia comenzaba a caer como un torrente mientras se resguardaba de las gotas de agua que salpicaban sobre el suelo.

Litzy caminaba con pasos lentos, disfrutando la naturaleza refrescante de la lluvia y de por medio, ciertas gotas que el paraguas no llegaba a cubrir.

Observó al niño rubio, agazapado en un rincón de los asientos y sonrió.

«Qué adorable.»

Se acercó a él e inmediatamente procedió a cerrar los ojos al verla más de cerca.

Sentía vergüenza y pudor. La había visto desnuda.

Litzy sujetó su brazo recorriendo con la mirada, las cicatrices apenas visibles que le recorrían la piel.

Gael abrió los ojos de golpe, apartando su brazo con brusquedad.

— Oh... Lo lamento. — dijo con una sonrisa triste retirando su toque que había quedado pendiente en el aire — Siento algún tipo de atracción por las cicatrices.

Se sentó a su lado balanceando sus pies hacia atrás y adelante con una sonrisa débil en la cara.

El chico se dedicó a observarla por unos segundos antes de que ella le devolviera la mirada en un gesto rápido, casi brusco.

— P-Perdón... — musitó avergonzado.

Ella se quedó en silencio unos segundos, jugando con las palabras que aún no escapaban de su garganta.

— Si es por lo de ayer... No es necesario. En gran parte fue mi culpa, estaba acostumbrada a la soledad de mi cuarto y había olvidado la mudanza reciente. — dijo mezclando su tono de voz con tranquilidad y nostalgia para no sentirse triste.

Gael asintió en su lugar y ella volvió a abrir su paraguas.

— Pasaron cinco minutos. Es poco creíble que llegue a estas horas. ¿Me acompañas? — preguntó haciendo un espacio vacío bajo el objeto.

Él miró a ambos extremos de la calle y sostuvo su mano para no caer sobre el suelo mojado cuando decidió acompañarla.

— Llevamos el mismo uniforme, así que no es raro. — dijo él escondiendo una sonrisa.

Luego de unos segundos de silencio se debatió mentalmente si su comentario había sido el correcto o la había incomodado.

Ella lo miró con una sonrisa leve en el rostro mientras con su mano libre, jugaba a mojar sus dedos con las últimas gotas de lluvia.

— ¿Me cuentas la historia? — preguntó tentando a la suerte de que algo en él huyera.

— ¿De qué?

— De tus cicatrices... — murmuró bajando la mirada.

Él se quedó en su lugar mientras Litzy continuaba a pasos cada vez más fatigados. Regresó por cada uno hasta estar frente a él y soltó un suspiro cansino de sus labios rosados por efecto del frío.

— Lo siento. No fue a propósito. Quería... Escuchar tu voz junto a la lluvia. Por un momento me pareció que combinaban a la perfección. — mencionó entregando su paraguas para luego caminar sin prisa bajo la llovizna que comenzaba a apagarse hasta alejarse de él.

O B S E S S I O NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora