PRÓLOGO

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Me encontraba sentada, mis pies colgaban por el acantilado moviéndose a causa del viento. Había perdido la noción del tiempo, solo sabía que debía ser tarde, ya que el cielo estaba oscureciendo.

Cogí el móvil y miré la hora. 20:03. Tiré el teléfono a un lado sin leer ni uno de los mensajes que me habían llegado anteriormente.

Me tumbé observando el color morado que estaba tiñendo al cielo. No quería pensar en nada, solo disfrutar el momento de libertad que tenía antes de que alguien se empezase a preocupar por mí.

Reí ante esa ridícula idea. ¿Quién iba a preocuparse por mí?

Hacía exactamente cinco años y dos minutos del desastre que logró cambiar toda mi vida, y no precisamente para bien. Una lágrima rodó por mi mejilla al recordar los sucesos del 6 de febrero del 2009.

Le dí una última calada al cigarro y lo apagué en el suelo.

Bebí un poco de Jagger observando el paisaje de la ciudad. Hice una mueca. Odiaba el Jagger, pero era lo único que había logrado sacar de casa.

Me volví a tumbar y una sonrisa se apoderó de mi rostro al sentir los ya conocidos efectos haciendo que volviese a perder la noción del tiempo y del espacio.

Mi teléfono empezó a vibrar. Lo cogí y miré la pantalla. Gruñí, era mi hermano. Llevaba molestándome des de hacía horas.

<<¿Dónde estás Nicolle?>>

<<Nicolle responde al teléfono te llame unas 1000 veces, ¿puedes dejar de ignorarme?>>

<<Papá te quiere aquí para comer, no faltes como ayer.>>

—Exagerado. —Susurré comprobando que me había llamado dos veces.

Me levanté con la botella de alcohol aún en la mano y observé el paisaje por unos segundos. Era hermoso. Ya se había hecho de noche y las estrellas inundaban el cielo con pequeños toques de pintura blanca.

Bebí un trago antes de darme la vuelta para cumplir el objetivo de mi visita a ese sitio que tanto significaba para mí y para mi familia.

Arranqué varias flores que sobresalían de la capa de nieve que cubría el suelo. Reconocí ese característico color amarillo que tenían. Eran narcisos, sus flores favoritas.

Me acerque de nuevo al precipicio y observé la carretera que pasaba por debajo de éste antes de lanzar las flores al vacío.

—Felices 5 años muerta, madre.

Me alejé unos pasos con una lágrima bajando por mi mejilla. Rápidamente la sequé, odiaba llorar. Levanté la mano en señal de despedida y desaparecí por en medio del bosque caminando de regreso hacia un infierno del cual no podía escapar.

Mi casa junto con mi familia.

Mátame [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora