16. PROBLEMAS EN EL PARAÍSO

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Liam Deighton

10 Marzo 2014

—Fantástico —dije cuando el coche se quedó quieto sin fuerzas para avanzar más.

—¿No se te había ocurrido llenar el depósito de gasolina antes de ir a asesinar a Vanessa?

—¡No me jodas ahora Nicolle!

—¡No me jodas tú a mí! La policía no tardará en revisar la carretera y nosotros dos aquí con todas las pruebas del delito —tenía razón—. ¡Mirate, Liam! Literalmente tu chaqueta está manchada de sangre.

Nos quedamos en silencio unos segundos antes de que escuchara el portazo de la puerta del asiendo de Nicolle cerrándose. Salí y la observé caminando nerviosa de un lado a otro.

—Tranquila, ¿sí?

Me miró entrando en pánico.

—¿Tranquila? —dijo aún enfadada— ¿Cómo podría estar tranquila?

—Vale, tienes razón —pensé durante unos minutos antes de decirle el plan que se me había ocurrido—. Esto es lo que vamos a hacer. ¿Tienes mechero?

—¿Ahora quieres fumar? —Preguntó pasando de un estado de enfado absoluto a incredulidad.

Definitivamente esta niña era tonta.

—No. Quiero quemar mi chaqueta.

—Que ironía, no tenemos gasolina como combustible para incendiarla.

—Gasolina no, pero alcohol médico sí. ¿No pone en esa cosa que es inflamable? Pues comprobémoslo.

Asintió y nos dirigimos al maletero para coger el alcohol. Al tener todo lo que necesitaríamos para dehacernos de mi chaqueta nos adentramos en el bosque en busca de un sitio apartado donde nadie viera las llamas ni el humo que el quemar la chaqueta iba a provocar.

—¿Sigues pensando que todo saldrá bien, sombra?

Sonreí ante el apodo que usaba para dirigirse a mí. Realmente me gustaba, me describía bastante.

—Sé que mientras estemos el uno apoyando al otro nada podrá torcerse.

Sonrió. Su sonrisa me dio una chispa de esperanza. Realmente sentía que con ella todo iba a estar bien, era como un rayo de luz en plena tormenta.

Encontramos un pequeño claro con otras cosas desechadas por el suelo. Había una botella de refresco vacía, una batería de coche y muchas más cosas que no me paré a inspeccionar. Me acerqué a una pequeña montaña de arena que había en medio del claro y dejé la chaqueta encima.

Me giré hacia Nicolle la cual asintió con una pequeña sonrisa. Vertí la mitad del contenido de la botella que tenía en la mano sobre ella antes de sacar el mechero que la chica observandme detrás mío me había dado. Lo acerqué encendido hacia la chaqueta y ésta ardió en llamas.

Pocos segundos después Nicolle apareció a mi lado cogiéndome de la mano. Nos quedamos observando el fuego.

—Es irónico que estemos haciendo esto juntos —dijo—. Al fin y al cabo uno de nosotros terminará igual que esa chaqueta, envuelta por las llamas y la muerte.

No le respondí.

Unos minutos más tarde caminábamos por la carretera, habíamos visto un cartel que señalaba que a pocos metros había una lavandería. Puede que ese local fuera nuestra salvación.

—¿Quién pone una lavandería en medio de la autopista?

—No lo se —le respondí riendo por lo bajo—, tampoco me quejo de que esté.

Mátame [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora