cinco

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CITRINO

Halloween.

Mi madre me lleva en coche. Minseo va en el asiento de atrás refunfuñando. Se niega a ir a la fiesta.

Bajo el parasol para comprobar cómo tengo la cara —me he maquillado como un zombi, como siempre— y me paso un dedo por una mancha de sangre falsa, para extenderla y que parezca que me gotea de la boca. El resto de la cara la llevo pintada de blanco, para parecer más pálido, excepto por los ojos, porque mi madre creyó que sería buena idea oscurecerlos un poco con eyeliner. Por algún motivo, ahora brillan más de lo normal, sobre todo el izquierdo. Pero bueno,es Halloween, así que todo vale.

Muevo el parasol para poder ver a mi hermana. Está mirando hacia el castillo de mi padre de forma bastante similar a como lo hice yo la primera vez. Parpadea y se pasa suavemente un dedo por los ojos.

Desvío la mirada y cierro el parasol.

Noto un gluglú en el estómago de solo mirar la mansión encantada que tengo ante mí. Docenas de lamparitas hechas con calabazas flanquean el camino de entrada hasta la luz parpadeante que brilla en el porche. Los ojos tallados en ellas parecen piedras preciosas, citrinos, para ser más exactos. Trago saliva con dificultad.

Da mucho más miedo de lo que nunca ha dado nuestra casa. Y si da más miedo, es mejor.

Pero es que la casa es más grande... y eso es jugar con ventaja, porque parece más terrorífica solo por estar ahí aislada y solitaria. El interior será la prueba definitiva.

Abro la puerta del coche, solo una rendija, y una música escalofriante procedente del interior del palacete se cuela dentro. El jardín-foso parece brillar como si esa música le diera vida.

«Somos mejores que ustedes», me sigue diciendo.

Dudo. ¿De verdad necesito pasar por esto?

La puerta de la casa se abre y Frankenstein sale al porche. Mi padre nos llama y nos hace un gesto con la mano, con entusiasmo, como si tuviera la esperanza de que salgamos corriendo hacia él y dejemos el pasado atrás.

¿Y no sería estupendo que fuera así de fácil?

Me aliso la camisa —sucia y hecha jirones para la ocasión— que llevo por fuera de unos vaqueros manchados de sangre falsa y de un pus amarillo y repugnante.

—Recógeme en un par de horas.

Me muevo arrastrando los pies como un zombi, como me enseñó mi padre el año pasado, con la cabeza ladeada y la lengua colgando. Mi padre suelta una carcajada. Quizá haberme obligado a mí mismo a salir del coche merezca la pena.

—Aléjate de mí —dice mi padre de broma, retrocediendo. Al final, se encoge de hombros y me agarra para darme un abrazo, susurrándome con voz ronca—: Gracias por venir. Me alegro mucho de volver a verte.

Tengo la garganta seca. Trago con dificultad.

—Felicidades, papá.

Este año no tengo regalo. ¿Se da cuenta de ello? ¿Le importa? ¿Se acuerda de que el año pasado le di unos gemelos hechos con ópalos?

«—Los ópalos simbolizan las lágrimas de Zeus tras derrotar a los titanes.

—¿En serio? —me preguntó poniéndoselos, a pesar de llevar su disfraz de Halloween.

—También se dice que el poseedor de esta piedra preciosa tiene el don de la premonición.

Se rio.

—¿Ves? Eso significa que soy sabio y que tienes que escucharme».

Pero ¿un hombre sabio habría roto su familia como él lo había hecho?

Te quiero - MinwonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora