ARGILITA
Argilita. Los cimientos de Nueva Zelanda.
Deforme. Fracturada. Llena de venas. La argilita ha soportado trescientos millones de años de movimientos tectónicos y Zach y yo conducimos ahora sobre su superficie de camino a un concierto en Auckland.
Hemos hecho una parada en New Plymouth, para visitar al primo de Zach y ahora estamos de nuevo en la carretera, conduciendo por la costa con las ventanas bajadas. La brisa marina, con su olor a sal se va tornando poco a poco en algo más terroso... Es el aroma de las ovejas en las montañas.
Cambio de marchas y tomo una curva cerrada. Más montañas cafés llenas de miles de ovejas esquiladas. La luz del sol nos deslumbra a través del cristal y Zach y yo bajamos a la vez nuestros parasoles.
Zach saca mis gafas de sol de la guantera y me las pasa. No dice nada. De hecho, lleva todo el viaje moviéndose y cambiando de posición, inquieto.
Le sonrío para calmarle, a pesar de que yo también empiezo a ponerme nervioso. ¿Querrá decirme algo? ¿Creerá que estamos mejor como amigos? El pensamiento me disgusta, porque Zach me importa. Es divertido, es dulce y es buenísimo en la cama.
Él cambia de posición de nuevo, tirando del cinturón de seguridad como si le estuviera ahogando.
—Mingyu —susurra. Y lo dice de forma tan suave, que me pone más nervioso.
Un escalofrío me recorre el cuerpo, haciendo que se me acelere el corazón y se me revuelva el estómago. ¿Y si quiere más? ¿Y si lo que quiere es hablar del futuro?
Zach se queda callado de nuevo, murmura algo y pone la radio en una emisora de rock clásico. Está sonando The First Cut Is the Deepest, de Cat Stevens y la letra de la canción me envuelve hasta que estoy dentro de ella por completo. La canción soy yo. La canción somos nosotros.
Quiero a Zach a mi lado.
Incluso aunque no sé si puedo volver a amar de nuevo.
Me subo un poco más las gafas de sol para que no pueda leer mi expresión y durante la media hora siguiente estoy perdido en mis pensamientos. Ni siquiera oigo la música. Me concentro en la carretera y en cómo la brisa se desliza sobre la hierba, haciendo que las montañas brillen como si estuvieran vivas, como enormes bestias cafés estirándose, a punto de levantarse.
Y puede que estemos conduciendo por su brazo, hasta su puño, donde nos aplastará y nos hará polvo junto con los recuerdos que parece que no puedo sacarme de la cabeza.
Como aquella vez que Wonwoo y yo cogimos su coche y nos fuimos a Kaitoke Regional Park para ver Rivendell y Wonwoo, tras respirar hondo, dijo: «Es como si en este lugar de verdad existiera la magia, no me extrañaría que, de repente, los árboles cobraran vida».
Reduzco la marcha y miro las manos de Zach: grandes, con las venas marcadas; le cojo la más cercana a mí y le doy un apretón.
Zach me importa. Me importa. Me importa.
«No me dejes», le pide mi voz interior.
«No me pidas que me quede a tu lado», suplica esa misma voz un instante después.
Juguetea con mis dedos unos segundos, antes de que yo aparte la mano para tomar la siguiente
curva. Y en ello estoy cuando la canción empieza a sonar.
—Apágala —le ruego.
Zach parece sorprendido:
—¿Qué? Pero si es buenísima.
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Te quiero - Minwon
Fiksi Penggemar"Sé que nos hemos visto obligados a entrelazar nuestras vidas, pero... si me hubieran dejado elegir, te hubiera elegido a ti".