XV

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"Ha pasado mucho tiempo desde que te enamoraste. No has salido de tu caparazón. No has sido realmente tú. Dime, ¿Qué debo hacer? Dilo, mi amor. Porque por suerte soy buena leyendo"

Say so-Dojo Cat.

...

La habitación de Bastean estaba sucumbida a un silencio que no auguraba acontecimientos buenos, todo lo contrario, al salir de esas paredes nada bueno saldría.

El Beta tenía un pómulo morado, el labio partido y un ojo que a duras fuerzas se podía mantener abierto. Su majestad, el Rey Beltrán, había notado la ausencia de ambos hijos aquella mañana en la que Bastean había ayudado a su hermana a escapar. Aquello lo dejó pasar, excusando a sus retoños cuando su esposa había preguntado por la ausencia de estos. Diciendo vagamente de haberles dado el día libre de sus deberes. Pero, aquella tarde, cuando Bastean había regresado completamente solo; sin la compañía de la princesa, algo dentro del rey había tomado forma.

Sí antes no había levantado su mano en contra de alguno de sus dos hijos, siendo eso cosa de su esposa, —que cada tanto hacía aparecer algún hematoma morado en la nívea piel de su hija menor—. En aquella ocasión no se tentó su alma al bajar con furia una cachetada a su hijo.

Su madre al enterarse acudió y participó en el castigo físico que le procedieron a propinarle al Beta, que con furor aguantó cada azote que caía con iracunda fuerza en su cuerpo. El castaño miró todo desde otra perspectiva, "¿Eso era lo que sufría Gadea cada que desobedecía o hacía algo mal?" Con justa razón comprendía porque su hermana había decidido huir, aun a pesar de irse a tientas y no tener previsto lo que pudiera pasarle en el camino.

Ahora, dos días después de que su hermana hubiera marchado a saber dónde, lo mantenían encerrado a cal y canto en su habitación. Adolorido miró a su padre que había entrado a su habitación.

El rey lo miraba, paseaba con pasos precisos por toda la estancia. Meditando lo que diría. Tomó asiento en una de las sillas adyacentes a la cama de su hijo mayor.

—Tu coronación se pospondrá hasta que tu hermana sea encontrada—soltó de sopetón el hombre, peinando su prominente barba de candado.

—¡¿Qué?!—Se abnegó el castaño—Las invitaciones están enviadas, no podemos posponerlo—objetó, esperando hacer entrar en razón a su padre. Esos últimos días desconocía al hombre que se encontraba pulcramente sentado delante de él. Parecía algo más cercano a aquella historia que Gadea le había contado cuando su destinada había blasfemado en contra de su familia.

—Oh, claro que puedo hacerlo—lo miró con una sonrisa torcida—. Despues de todo, el rey aquí soy yo—se levantó alisando su capa y encaminándose a la puerta—. ¿Qué? ¿Creías que al tomar el trono impedirías la búsqueda de tu hermana? Esa inútil Omega regresará a nosotros—llegó a la puerta y antes de que se fuera por completo agregó—. Todo el reino la está buscando, es cuestión que regrese y cuando lo haga se la entregaremos como esposa al primer inútil de la corte que pueda embarazarla—finalmente el hombre abandonó la habitación, cerrando la puerta nuevamente.

Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo a Bastean. Esperaba que su hermana estuviera bien, pero, ¿Cómo lo estaría si el reino entero le buscaba? Aldara debía tener que esconderse. Temía por su hermanita.

[...]

Rayos de sol se incrustaron con insistencia en su pulcra tez. Se movió para desperezarse y remover la somnolencia que aún mantenía su cuerpo. Intento moverse, pero algo impedía que saliera de la cómoda cama. Sus ojos terminaron posándose en un fuerte brazo que se adhería con fuerza a su cintura, en una respiración acompasada que golpeaba en su nuca.

The Real Enmity (Omegaverse GL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora