II

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"Mira, ya estaba muriendo. Pero no te estoy llamando, no digas que he cambiado. Tomaste los arboles y el aire que dieron, todo mi aliento, ahora necesito ahorrarlo. Así que no te estoy llamando"

I'm Not Calling-Hollie Col 

...

Las cobijas se adherían como pétalos suaves a su nívea piel, los golpeteos la alarmaron. Se había vuelto a dormir, aún acostada golpeó su frente con la palma de su mano. ¿Cómo podía quedarse dormida con los preparativos para la coronación de su hermano mayor? Era una barbarie de su parte.

Los golpes en su puerta siguieron insistiendo. Quitó las blancas cobijas de su amedrentado cuerpo, esperaba que no fuera su madre, porque si fuera el caso, Gadea se vería en graves y serios problemas. La Reina era muy estricta.

Pegó un pequeño salto y, se encaminó a abrir la puerta. Una mucama —una de las tantas que laboraba en el palacio—, se encontraba en el umbral. La princesa suspiró aliviada de no apañárselas con una Beta enojada a muy tempranas horas del día, quizás más tarde escucharía la cátedra de regaños que le otorgaría su madre.

—Princesa— la llamó—. Los señores solicitan su presencia en el comedor, el desayuno real ya se encuentra servido. La única que falta es usted— hizo una cortísima reverencia para después marcharse por el largo pasillo que bajaba en escaleras directo al comedor.

En definitiva, se llevaría un buen regaño, pero en su defensa las clases de esgrima combinadas con las de equitación y, como cereza del pastel, las clases para baile de salón; la dejaban exhausta, sin energías para los días venideros.

Apuró su paso, entre más rápido llegaba más leve sería el regañó que le otorgarían sus progenitores.

Desató el listón que sostenía el camisón con el que dormía, buscó entre su ropero un vestido cómodo que le fuera útil en sus clases diarias de modales y de baile. Y encontró uno muy bonito, curiosamente era el más fresco que tenía en todo su extenso guardarropa. Era un regalo de su hermano cuando viajo a Francia, trayendo consigo muchos regalos, la mayoría para su pequeña hermana y única Omega de la familia.

Se encatrinó, alisando con sus manos —lo más que pudo— el esponjoso, pero bello vestido. Mangas largas, tela fresca y un bonito color azul cielo. Gadea era una princesa hecha y derecha, hasta en su andar agraciado se notaba el narcisismo con el que se creía acreedora por portar sangre de reyes.

Sus rulos castaños estaban alborotados. Tomó asiento en el banco que se encontraba delante de su peinador, con el suave cepillo que utilizaba constantemente empezó a desenredar su prolija cabellera. Finalizada aquella tarea procedió a trenzar su cabello, el día estaba levemente caluroso y tener su cabello recogido le ayudaría a no acalorarse demás.

Observando su pulcra apariencia y asintiendo en aprobación para sí misma, por fin logró salir de su habitación. Casi corriendo por entre los largos pasillos, pasando entre pinturas que la familia Miracle había adquirido conforme una larga e inamovible generación de reyes.

Pasó a lado de las armaduras, recordando cuando era una pequeña cachorra y jugaba con ellas; en la ocasión que rompió una de ellas y terminó culpando a su canino, aún podía recordar lo pesada que era la espada, y aún a su edad de 19 años no podía cargar una por más de unos cuantos minutos. En ocasiones odiaba el hecho de ser una Omega, frágil y débil.

Negó con su cabeza, sacudió esa misma y removió todos esos pensamientos que desde pequeña recordaba rondaban por su cabeza.

Bajando con calma las interminables escaleras que guiaban hacia arriba a los aposentos reales y hacia abajo las demás secciones del castillo. Tarareando una pequeña canción de cuna, meditando en que debía hacer para escaquearse de sus clases de baile y en cuál sería el desayuno de hoy; su nana, la cocinera, era una mujer noble y con un gran sazón, no había comida que la mujer cocinara y que Gadea no disfrutara. Con todos esos pensamientos triviales llegó a su destino y tal vez a un fuerte regaño.

The Real Enmity (Omegaverse GL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora