Capitulo 3 - AIS

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El tiempo fue siguiendo su curso, con eso nuestra amistad se hacía más grande y aunque no lo quisiera mis sentimientos cada vez eran menos controlables. Su nombre se había vuelto cada vez más necesario oírlo, una dulce melodía que cada vez que se hacía oír era una sonrisa segura que se pintaba de mejilla a mejilla. Nádir, en ese momento mi amor secreto, que todos sabían, pero no lo decía. Siendo precavido, manteniéndome al margen y sobre todo fingir que no sentía nada, hizo que nos convirtiéramos en buenos amigos. Sinceramente no tengo idea de cómo sucedió eso, en ese tiempo yo era bastante tímido, me resultaba difícil entablar una conversación interesante con los demás chicos, probablemente solo era una locura mía, pero toda charla que llegaba a tener era aburrida, carecía de tema e interés, sin nada concreto de que hablar. Aún con todo eso, tuve la fortuna de rodearme de diversas amistades por todos lados, no eran muchas y probablemente tampoco las mejores. De entre todas ellas, hay una que resalta en esta parte de la historia. Mi querida amiga que se convirtió en una de mis mejores amigas, empezaba a sentir casi los mismos deseos que yo sentía por Nádir, no me molestó, ni me sentí mal o traicionado, lo máximo que ella sabía era que me parecía un chico lindo y al parecer eso también compartíamos. Entre palabras forzadas y emociones que intentaba ocultar, me dijo que le gustaba Nádir. Al parecer el destino jugó a su favor, tal cual como si de una película se tratase, a Nádir también le gustaba ella. No mentiré, enterarme de eso no me hizo sentir la persona más feliz, pero, sí me hizo sentir feliz por ella, éramos amigos y los amigos se ayudan. Entre regañadientes, la verdad siempre supe que algo parecido podría pasar, al final de todo él era un chico a quien le gustaban únicamente las chicas y yo era un tonto por haberme enamorado de él. Mi presencia entre los dos ayudo a que estos tortolos pudieran disfrutar de su enamoramiento adolescente, diciendo unas cosas aquí, moviendo unos pensamientos acá, las cosas fueron fluyeron al pasar de los días. Con este gesto me gane aún más la confianza de Nádir, nuestra amistad se intensifico más y las pláticas pasaron de ser aburridas, sin tema y carecientes de importancia a ser lo que más nos unía.

Hubo un punto en el que todo dejo de ser color de rosa y se volvió un poco complicado, fueron varios factores que desencadenaron un sentimiento un tanto caótico. Al parecer mí querido amigo del cual estaba secretamente enamorado empezó a sentirse... ¿celoso? Realmente no sé si fue de verdad o solo lo hizo por molestar, pero si su objetivo era lo segundo, lo había conseguido. Me pasaba la mayor parte del tiempo con esta chica, además de compartir los mismos gustos, éramos increíbles amigos, aunado al hecho que él no sabía que me gustaban los chicos, tenía mis razones para pensar que realmente esos "celos" eran de verdad, y aunque no lo fueran las cosas se volvieron un poco frustrantes, me empezaba a cansar su idea errónea sobre mi amiga y yo, y aún más importante el hecho de fingir ser una persona que no era cuando estaba con él. No pensé mucho y tampoco necesitaba hacerlo, tenía decidido que ya era tiempo de contar mi gran secreto, no solamente a mis amigos más cercanos, ni tampoco significaba que lo iba a gritar a los cuatro vientos, simplemente empezar a tener esa libertad de responder con la verdad cuando alguien te pregunta, pues al final la verdad siempre sale a la luz. Además de evitarme problemas con los novios y ligues de mis amigas, me empezaría sentir mucho más cómodo conmigo mismo. Créanme que fue la mejor decisión que tome.

Comencé despacio, sin prisas y viendo los posibles resultados, si alguien me preguntaba intentaba contestarle con la verdad, aunque no me sintiera lo más cómodo, tenia que ir practicando de alguna manera. Conforme a más personas se lo decía se iba facilitando el expresarme y contar lo que verdaderamente soy. Después de hablar tanto sobre lo mismo llego un punto en el que lo decía como si nada, desgraciadamente decirle esto a mis amigas, amigos, mi circulo social en general era más sencillo, al menos así fue en mi caso.

Había un chico en mi salón llamado Andro que por ahora su nombre no será relevante, pero en futuro será parte importante del caos. Este chico era el segundo más cercano a mí, teníamos una amistad peculiar, nos teníamos confianza y principalmente nos llevábamos bien. Él fue el primero de todos los chicos al que le conté mi pequeño secreto.

Ahora tocaba el momento de contárselo a Nádir.

Era una mañana común en una escuela bastante tranquila, los chicos haciendo travesuras, los maestros posiblemente desayunando a escondidas, y yo en un salón de clases esperando cualquier cosa que no fuera lo de rutina. Todos mis compañeros, incluyéndome, realizábamos el trabajo que el maestro había dejado. En mi mente lo único que existía era el pensamiento oscilante que no me dejaba encontrar la tranquilidad, impidiéndome deshacerme del sentimiento de necesidad de ir y contarle. Nuestra amistad se había puesto sobre una cuerda floja gracias a que él no tenía idea de lo que yo era y seguía creyendo y sintiéndose celoso sin razón coherente, no podía contener todo esto y mucho menos arriesgarme a perder una buena amistad a causa del miedo que sentía. Después de pensar unos momentos sobre cómo y qué decirle, encontré un buen momento donde por suerte coincidimos al toparnos dentro de aquella clase.

—¿Podemos hablar? —pregunte un poco apenado a causa de la ausencia del valor que necesitaba. No contesto y simplemente camino a lado de mi sin decir ninguna palabra, con una leve mueca, probablemente por el hecho de los celos. Me sentía un poco nervioso, pero, sabía que esos celos tontos e innecesarios se irían después de contarle.

—Hay algo que quiero decirte —dije al momento que llegamos a un lugar donde estábamos tranquilos, pero no necesariamente escondidos, me senté y él se recargo a lado de la pared.

—Ajá —fue lo único que dijo con tanta indiferencia y poco sentimental. Odiaba su indiferencia.

—Mira, yo sé que estas molesto de cierta manera, y te entiendo, pero... no debes preocuparte, ¿sabes por qué? Porque... No me gusta tu novia, en realidad... no me gusta ninguna chica.

—Alto ahí... ¿estás diciendo Que eres...?

—Exacto, soy gay, me gustan los chicos... —no vi ninguna cara de asombro, ni de rechazo, ni alegría, realmente no había ninguna expresión en su cara.

—Ya lo sabía, se te nota a kilómetros —una contestación que claramente me dejo más confundido y atónito, ¿por qué demonios si lo sabias te mostrabas celoso?, y ¿cómo es posible que siempre se den cuenta?

—Entonces si ya lo sabias ¿por qué te pusiste celoso? —Le pregunté.

—No sé, nada más —solo sonrió y mantuvo esa sonrisa.

No tenía idea de cómo reaccionar a esto, su cara seria pasó a ser una sonrisa burlona que mantenía mientras hablábamos. Como todos, empezó hacerme preguntas de ¿cuándo me di cuenta? ¿Qué si mis padres ya sabían? ¿Quién sabia? ¿Cuándo lo supe? Saben, las preguntas "típicas" que siempre te hacen. Después de un rato de charla y unas cuantas palabras, aunque liberadoras bastante comprometedoras, me di cuenta, que inconscientemente pensaba mucho las cosas, todo hubiera sido más sencillo si yo no me hubiera dificultado todo esto con mis pensamientos imaginándome escenarios que no estaba seguro si podrían pasar, para que al final fuera de lo más sencillo y normal posible.

Seguíamos manteniendo la charla como si de un interrogatorio de tratase, él seguía haciendo preguntas mientras yo contestaba una por una, hasta que lanzo una pregunta que me dejo pensando.

—Y bueno, como ahora sé que eres más de chicos que de chicas ¿quién te gusta? —me quede callado, pensando en que podría decir, no sabía que contestar a esta pregunta, era tan difícil para mí, era obvio que él me gustaba, pero no podía decirle, era algo muy precipitado. Simplemente no me surgían las palabras, y me quede callado por un buen rato.

—¡He!, sigo aquí, solo fue una pregunta, dime, ¿quién te gusta? — Decirle o no decirle, he ahí mi futuro, si no le decía no habría ningún problema, solo el hecho de que me lo guardaría hasta la muerte, y lo más probable fingir que aquí nunca paso nada; si le decía había una gran probabilidad que me dejara de hablar, o se empezara a alejar de mí, no sé, tal vez en ese momento iba a explotar el mundo, o quizá no pasara absolutamente nada de lo que estaba pensando. Me quedé mucho tiempo callado, debía decir algo, el silencio que se había formada me delataba y se convertía en algo muy incómodo. Necesitaba ayuda.

—¿Si me vas a contestar? O ¿Te quedaras callado? —insistía una y otra vez. Yo solo pensaba "demonios, debes de pensar en algo, debe ser rápido. ¿Por qué mi cerebro trabaja tan lento?"

—¡Miguel! ¿¡quién demonios te gusta?! ¿Me vas a decir o... — Entonces conteste.

—Tú.

Te recuerdo - Para todos aquellos que alguna vez fueron todo para mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora