Ojalá no tenga que ver a nadie sentado en el sofá escuchando la misma canción 50 veces porque ni siquiera tiene ganas de levantarse a por el mando. De no tener ilusión por salir a dar una vuelta con sus amigos en Navidad. De volver a mirarse en el espejo y no ver absolutamente nada. De saber que tiene que estudiar pero quiere quedarse un ratito más con su madre en el sofá para no estar triste. De tener que intentar auto convencerse de algo que sabe que no es verdad.
Y todo esto sí que es verdad, porque sí que lo asumo.
En otras épocas le solía contar a algunos amigos como me iba todo este royo pero me fallaron los planes esta vez. No sé si fue el tiempo o la gilipollez de pensar que todo estaba bien.
Hablando de todo esto me acuerdo de mi madre. Me duele en el alma, tanto como ni ella podría imaginárselo. Sé que si esto sale más allá de mis carpetas en el ordenador va a leerlo. Siempre me recordó que el mundo no se acabaría Que no todo es tan oscuro como lo veo yo. Recuerdo tan bien que hacía cualquier cosa para mantenerme distraída y que pudiese estar mejor. Pero también la recuerdo hablando con mi padre por las noches sobre mí y de su cara de preocupación algunas veces porque ya no sabía cómo ayudarme. Y es normal, lo es.