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Hubo un día en el que Sunoo debía irse sólo a casa, pero era muy tarde y el tren de la estación estaba lleno de personas apuradas por irse a casa.

A Sunoo le daba demasiado miedo subirse a un vagón.

Podrían aplastarlo porque tampoco era muy alto.

O podría darle una crisis de pánico.

Se quedó sentado en la estación viendo los trenes pasar, sin saber que hacer. Ni-ki tampoco contestaba el móvil.

Pero, de pronto, una persona se acercó a él.

Jake le sonrió y Sunoo se puso de pie alegre, como si hubiera llegado la salvación de su vida.

El castaño se ofreció para llevarlo caminando hasta su casa, realmente no tenía planes y no sería ninguna molestia. Así que ambos chicos caminaron de la mano, por la calle oscura.

Sunoo le contaba cosas y se reía, Jake pensó que era un joven con un corazón demasiado puro. Sunoo era como una estrellita, el castaño lo miraba y creía que a pesar de ser frágil, era inevitable que brillara en todas direcciones con su sola presencia.

Llegaron a casa y antes de que Sunoo entrara, Jake le preguntó si podía darle un abrazo.

Sunoo asintió.

-Eres una persona muy especial, Sunoo. Cuida mucho de Ni-ki y que él cuide mucho de ti. Nos veremos en otra oportunidad.

Ese día, Jake se fue con una sonrisa en los labios. En el fondo, se alegraba de que Ni-ki y Sunoo se hubieran encontrado y les deseaba lo mejor.

Un castaño bajito, decidió irse en el primer vuelo de avión que saliera a la mañana siguiente. 



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𝙋𝙖𝙨𝙞𝙩𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙥𝙞𝙣𝙜𝙪̈𝙞𝙣𝙤 - 𝙎𝙪𝙣𝙠𝙞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora