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Sunoo y Ni-ki volvieron a pasar tiempo juntos luego de aquel día.

Ni-ki se arrepintió mucho tiempo de haberlo dejado sin explicación alguna cuando el niño era un amor completamente.

El menor había vuelto a terapia para ver de que modo le había afectado el contacto con el de cabellos rubios, y estaba progresando poco a poco.

Aún llevaba consigo aquella fobia, pero estaba aprendiendo a controlarse.

Y con los cuidados de Ni-ki, estaban seguros de que aquel miedo poco a poco dejaría su cuerpo.

El mayor ahora había teñido su cabello de negro, y según sus amigos, se veía más guapo.

Sunoo también lo creía, pero no se lo diría porque le daba mucha vergüenza.

El psicólogo de Sunoo creyó que lo mejor era que se ausentara en la escuela por las siguientes dos semanas, el pequeño no tuvo mucho problema porque tenía buenas calificaciones. Así que, cada día, Ni-ki iba a verlo después de salir del colegio.

Le llevaba galletas de chocolate y jugaban vídeo juegos.

Eran mejores amigos otra vez.

Pero a Ni-ki le seguía incomodando aquello que crecía cada día más como cuando le pones agua a una plantita. Era una flor que se abría paso por su interior, que gritaba que nunca más quería ver otra sonrisa que no fuera la de Sunoo.

Y se sentía mal por ello, porque creía estar traicionando las intenciones inocentes del menor.

Porque Sunoo no sentía lo mismo. O eso creía. Era muy pequeño para notar algo así, aunque Ni-ki sólo tuviera dos años más que él.  



  

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Si hay algún error, por favor avísenme. puede que me equivoque y no cambie los nombres de los personajes originales.

¡Gracias por leer!

𝙋𝙖𝙨𝙞𝙩𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙥𝙞𝙣𝙜𝙪̈𝙞𝙣𝙤 - 𝙎𝙪𝙣𝙠𝙞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora