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Con el tiempo, Sunoo fue descubriendo que ya casi podía controlar del todo sus inevitables miedos.

Cumpliendo 18 años, comprendió que no sólo podía escapar de los problemas, si no que tenía que enfrentarlos.

Así que se cambió de casa con su madre poco tiempo después de su cumpleaños, aunque no era muy lejos de su antiguo hogar. Ni-ki y él se seguían viendo muy seguido.

Ahora tenía una habitación más grande, y una pared lo suficientemente extensa para recrear el mural de los pingüinitos que había hecho hace dos años.  

La vida le sonreía otra vez, y eso era bastante bueno

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La vida le sonreía otra vez, y eso era bastante bueno. Ni-ki se sentía feliz, porque aquel chico de cabellos rosas merecía todo lo bueno del mundo, y el se encargaría de dárselo algún día; si Sunoo quería la Luna, la Luna sería de él.

La noche que Sunoo terminó su pintura, invitó a Ni-ki a casa para que pudieran cenar juntos. La madre del menor se encontraba trabajando para mantenerlos a ambos, así que el mismo Sunoo tuvo que hacerse cargo de la comida.

Hubo muchas risitas y besos de por medio.

Y cuando el alto le mostró su obra a Ni-ki, prácticamente estuvo a punto de llorar. Sunoo sólo sonrió tímido.

La velada fue una maravilla para ambos, pero en un instante todo se volvió diferente.

Ni-ki no se dio cuenta de en qué momento había comenzado a posar su mano bajo la tela del suéter de Sunoo mientras se besaban en la habitación del menor.

Ni-ki. . . Detente.

Sunoo respiró agitado unos segundos, no pudo evitar que los recuerdos de su trauma volvieran con sólo ese toque.

Sunoo, no. . . Yo, perdón, no quería. . .

Solo. . . Vamos despacio ¿Bueno? Aún estoy algo nervioso.

Ni-ki asintió y en poco tiempo volvió a los labios de Sunoo. 




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Si hay algún error, por favor avísenme. puede que me equivoque y no cambie los nombres de los personajes originales.

𝙋𝙖𝙨𝙞𝙩𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙥𝙞𝙣𝙜𝙪̈𝙞𝙣𝙤 - 𝙎𝙪𝙣𝙠𝙞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora