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En la casa se escucharon un par de gritos, una discusión, alguno que otro mueble caído.

Pero nadie tuvo el valor de hacer nada.

Nadie fue capaz de ayudar.

Una mujer de mediana edad se encontraba en el piso, sentada y llorando por los golpes recibidos; uno en el rostro y dos en el estómago. Un hombre con copas de más, se encontraba dando vueltas por la casa como si estuviera buscando algo.

Todo estaba desordenado.

Sunoo y Ni-ki vieron que la luz estaba encendida, así que caminaron por el mini sendero hasta la puerta, pero al abrirla, la sonrisa tierna se borró de sus caritas. Ni-ki corrió a recoger a la madre de Sunoo del piso, Sunoo no comprendía que pasaba hasta que vio a su padrastro bajar del segundo piso donde se encontraba su habitación.

La madre de Sunoo le rogó que los dejara en paz, pero el hombre venía a cobrar venganza por el hecho de que el menor había contado su mal y había arruinado su vida por completo.

Cuando tomó a Sunoo de la muñeca, el menor tuvo que armarse de valor. Ni-ki intentaba proteger a la mujer y a Sunoo a la vez, pero tuvo que detenerse para llamar a la policia.

La respiración de Sunoo se aceleró, pero él sabía que debía controlarse.

Lo haría por Ni-ki.

Arriba, el dibujo tan bonito que había hecho Sunoo para Ni-ki en la pared, estaba destruido y ya casi no se distinguían los dos pingüinos.



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𝙋𝙖𝙨𝙞𝙩𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙥𝙞𝙣𝙜𝙪̈𝙞𝙣𝙤 - 𝙎𝙪𝙣𝙠𝙞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora