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Ambos chicos estaban en los columpios del parque cerca de la escuela.

Aunque Ni-ki ya había salido del último año, a Sunoo aún le quedaban dos años para salir. El mayor siempre lo acompañaba de regreso a casa.

Sunoo estaba yendo más seguido al psicólogo por unas innumerables pesadillas que tenía por las noches, pero ahí estaba Ni-ki para decirle que todo estaba bien.

El especialista le había dicho que eran los efectos secundarios del tratamiento, refiriéndose a las conversaciones donde Sunoo debía recordar ese momento tan horrible para dejar que este se fuera de una vez de sus pensamientos.

Sunoo tenía ojeras bajo sus ojitos y se veía muy pálido, pero estaba feliz de igual forma. Y para Ni-ki, Sunoo siempre sería el niño más precioso del mundo.

-Sunoo.- Ni-ki habló de repente, casi haciendo que Sunoo se cayera del columpio por la repentina sorpresa.- ¿Sabías que puede caber todo el universo en mis manos?

-¿Qué?

El de cabellos negros se puso de pie y se paró frente a Sunoo, quien lo miraba algo desconcertado. Tomó entre sus manos la carita del menor y alli fue cuando lo comprendió.

-iAy, Hyung!

El de cabellos rosas tapó su rostro con las mangas de su polo, queriendo desaparecer por el inevitable sonrojo.

-Vamos, Sunoo. Se hace tarde.

Sunoo asintió, sin mirar al mayor. Aunque este le tomó la mano mientras caminaban lentamente.

Pero no sabían que ocurriría cuando llegaran a casa..



Pero no sabían que ocurriría cuando llegaran a casa

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𝙋𝙖𝙨𝙞𝙩𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙥𝙞𝙣𝙜𝙪̈𝙞𝙣𝙤 - 𝙎𝙪𝙣𝙠𝙞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora