—Entiende que no podemos confiar en nadie, solo en nosotros... ¡Hemos mantenido esa promesa durante 10 años, tu sabes porque lo hicimos! Ahora te estás pasando al revelar tanta información, sabes que como estamos ahora cualquier palabra dicha a la persona incorrecta es una condena. Inclusive ese señor de allá— mirando de reojo como este no hacía más que coquetear con una de las meseras.
—Si lo sé, y lo entiendo en su totalidad, pero ya me tiene harta el no poder confiar en nadie, eso nos ha vuelto egoístas para las demás personas... Venimos de la unión de dos personas, aprendimos a caminar viendo a nuestros padres, aprendimos a hablar al escucharlos, es prácticamente imposible el no interactuar con las demás personas. ¡Yo quiero estar con más personas, no contigo nada más!
—¡¿Nunca fui suficiente para ti?!
—No... eres mi hermano. Yo también soy una persona, y principalmente soy una mujer que hace mucho dejó de depender de alguien, pero no estaría mal tener un capricho, quiero tener mi pareja, tener intimidad, platicar, cocinar, dormir, quiero una vida con alguien a mi lado... contigo eso jamás será posible, todo eso lo deje pasar por la promesa hacia ti... dejé mi vida por ti...— dando un golpe a la pared— ¿A qué le tienes tanto miedo?— le reprocha, al ver que su hermano solo miraba al suelo— ¿Crees que soy de tu propiedad?— N buscaba una respuesta certera, pero la verdad que había dicho hoy su hermana era muy cierta, frustrado, apretaba los puños y por fin decide hablar.
—Nadie es dueño de nadie, nadie puede atar los pies ni siquiera del que te acompaña— levantando la mirada— No te voy a obligar en nada, no debes estar atada a esa promesa, tu sabrás que es lo mejor para ti, tu tienes la libertad personal para todo, elegir quien te gusta, con quien comer, en quien confiar... si ese no soy yo, vete... tu decides— acercándose a ella para acariciar su cabeza —Te deseo lo mejor... hermana— dirigiéndose a la salida del restaurante.
—¡¿Qué?! Durante 10 años no confié en nadie... para que vengas tú a decirme eso, ¡exijo unas...!— viendo que su hermano ya había salido del restaurante— respuestas... ¡¿Ey, adónde carajo vas?!— con los ojos llorosos, esperaba una respuesta, pero N solo la ignora y se larga.
Enseguida después de observar la escena innecesariamente dramática, el hombre llama nuevamente al jefe.
—Señor, salió como yo predije, ¿ahora que necesita? ¿cuáles son siguientes órdenes?
—Excelente, ahora esa chica es nuestra, cuando estés en camino dale un tranquilizante en cápsula, la necesito sedada para poder venderla al mejor postor, ¿entendido?.
—Como usted ordene, su palabra es ley— colgando la llamada.
El hombre vio como unas meseras intentan calmar a Akira ya que sus llantos estaban espantando a los clientes, se levanta y camina hacia donde está ella, para fingir preocupación y compasión, le dice que su hermano solo está enojado, por lo que se le pasará pronto y quizás para cuando lleguen a su destino, el ya estará en la entrada.
—Ten, puedes tomarte este café— ofreciéndole.
—Gracias...— de forma más calmada, le responde.
—Por cierto, todavía no me he presentado, y eso no es algo muy cortes de mi parte, me llamo Robert Reynolds... ¿Cuál es el tuyo?— le comenta sonriente.
—Akira, es un placer.
—¿Ese es tu nombre? Es raro, ¿no crees?
—Es el único que he conocido toda mi vida.
—¿Qué tal si nos vamos? Después de todo hay que buscar a tu hermano, ¿no? No tenemos tiempo que perder
—Esta bien...
ESTÁS LEYENDO
Hackeando la Justicia
Teen FictionAkira y N son dos hermanos que, tras la muerte de sus padres, juran erradicar el crimen de lo más profundo del bajo mundo, con la promesa de que no confíarian en nadie, a excepción de ellos mismos, en el país prospera la paz. Pero todo eso cambia cu...