𝐗𝐈

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𝐗𝐈: Obra Maestra
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Moody la acompañó hasta su casa pero a mitad de camino se encontró con su padre, totalmente preocupado; tenía la respiración agitada, la corbata desarreglada, un poco de lagañas en sus ojos y un farol en su mano.

Cuando vió a su hija, su alma volvió a su cuerpo, corrío hacia ella con mucha dificultad por la nieve atrapando sus pies. Agarró su rostro y verificó que no tuviera ningún rasguño; Alyssa podía sentir el calor del farol quemando ligeramente su piel. Las lagrimas secas se notaban en su rostro y lo primero que pensó su padre era que su acompañante le había hecho algo. Le propinó una mala mirada y Moody sintió la necesidad de irse de allí.

Alyssa no entendió el porque su padre lo miraba mal y se apresuró a hablar.

-Perdón por haberme escapado de la fiesta, no me sentía cómoda con todo eso-habló casi en un susurro; su padre volvió su atención a ella, suavizando su mirada.

-Debiste decirlo antes, querida, perdoname a mí. No sabía que no era lo que querias.

Alyssa no dijo nada, asintió y volteó hacia Moody.

-Gracias, creo que apartir de aquí iré con mi padre.

Moody aún asustado por la presencia del padre de su amiga asintió y se despidió de ella con la mano. El padre de Alyssa le brindó el farol que traía; a pesar de que desconfiaba del chico, no permitiría que anduviera hasta su casa solo en la oscuridad.

Tomó a su hija delicadamente del hombro y caminaron a casa, cada paso que daban Alyssa se sentía peor, sabía que Gabriella le reprendería y no sería tan comprensible como su padre. No le importaba que se enojara con ella sino el castigo que le daría, ¿No salir por un mes? ¿Ayuno por un dia? ¿Limpiar toda la casa? o aún mucho peor ¿Repetir el evento?

Cuando divisó su casa notó que ya no había gente, por las ventanas pasaba una luz amarilla haciendo notar el hielo congelado que se había formado en estas y una chimenea que humeaba casi como un tren; se veía como una casita tranquila, acojedora y abrigadora; nada parecido a lo que en verdad se vivía dentro.

Su padre abrió la puerta y tal como Alyssa lo esperaba, su madrastra estaba allí esperando con la cara roja del enojo, abrió la boca con intención de regañarla pero su padre la detuvo.

Le negó con la cabeza y Gabriella enfureció aún más.

-Cariño, ¿Por qué no vas a tu habitación a descansar?- le sugirió su padre, Alyssa no se negó, quería abrazar a su padre y llorar en sus brazos pero no creía que fuese el momento.

Camino a su habitación algo aturdida sin poder escuchar lo que su padre discutia en voz neutral con su esposa.

Cuando subió las escaleras pudo ver a su hermana asomada en la puerta, pero volvió a cerrarla cuando notó que la estaba mirando; entró a su habitación y empezó a llorar.

Hoy había sido el peor cumpleaños de su vida, se despojó del asqueroso vestido sin dejar de llorar y se acostó en su cama en ropa interior. Se cubrió completamente evitando que el frío toque su piel y se quedó dormida llorando. Ni siquiera se puso a pensar en las posibles razones de porqué su mejor amigo no había acudido.

• • •

Al día siguiente, nadie mencionó nada; como si lo de ayer hubiese sido una simple pesadilla pero no lo era, las marcas de lo que había pasado se notaban en su piel, agradeció que estuvieran en invierno y pudiera cubrirlas con una bufanda.

𝑬𝒍 𝒍𝒂𝒈𝒐 𝒅𝒆 𝒂𝒈𝒖𝒂𝒔 𝒓𝒆𝒍𝒖𝒄𝒊𝒆𝒏𝒕𝒆𝒔 - Gilbert BlytheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora