Capítulo 17

478 35 4
                                    

Aquel maldito aparato volvía a sonar. Escuchaba a través de él el llanto de Hana. No podía tener hambre, ya que había comido hace una hora, ¿qué quería esa cría de nuevo? Miré el reloj, eran las 4 de la madrugada. A esa niña sin duda le encantaba madrugar.

Me levanté con pesadez de la cama medio adormilada aún, fui hasta la habitación de Hana, pero me quedé en el marco de la puerta al ver que ya alguien estaba con ella. Sasuke la tenía entre sus bazos y la acunaba con suavidad. Yo estaba allí plantada, mirándolos embelesada, hipnotizada por la imagen. Si no fuera por Sasuke, cuidar de Hana yo sola me habría sido imposible.

Él la entendía mejor que nadie, y a ella le encantaba tenerlo cerca. Tenían una conexión tan especial que realmente parecía que eran de la misma sangre. Me acerqué con sigilo por detrás y me puse de puntillas para llegar hasta su hombro. Vi por el rabillo del ojo como sonreía.

—Te prefiere a ti más que a mí —le dije fingiendo un puchero.

—No digas eso, tú eres su madre, te quiere mucho.

—Sí, pero te sigue prefiriendo a ti —él rio.

—Paso menos tiempo con ella debido a mi trabajo, puede ser que me eche más de menos que a ti que estas todo el día con ella —me decía mientras ponía a Hana de nuevo en la cuna—.  Creo que voy a pasar de dormir, Hana me ha desvelado y ahora no tengo ni una pizca de sueño, ¿vienes conmigo al salón?

Me cogió la mano y sin esperar respuesta me guio por la oscuridad hasta el salón. Yo me senté en el sofá mientras él fue a la cocina a preparar dos vasos de leche. No pude evitar que mi mirada se fuera tras él y tras su torso desnudo. Aquella espalda perfectamente trabajada, aquellos brazos, aquellos abdominales... No podía quitar mi vista de ellos.

Al ver que volvía hasta donde me encontraba, aparté la vista lo más deprisa que pude totalmente sonrojada.

—Toma —me extendió su mano y me dio un vaso de leche. Se sentó a mi lado y encendió la televisión.

—Esta mañana antes de irme a trabajar vi los ojos de Hana —me comentó feliz. Hana tenía una semana y aún no habíamos conseguido ver su color de ojos.

—¿Lo ves? Después dices que contigo no hace más que conmigo, pero a ti te abre los ojos y a mí para lo único que me quiere es para que la alimente y la cambie —le dije enojada. Él rio ante mi comentario. Pasó un brazo por encima de mis hombros y me atrajo hacia él.

—A veces me pregunto quién es la más pequeña de las dos —dijo riéndose de mí. Luego tomo un sorbo de su vaso y soltó un suspiro—. Verdes.

—¿Qué?

—Sus ojos. Son verdes, igual que los tuyos —lo dijo con alivio y con orgullo, como el orgullo que un padre siente por su hijo.

—¿De verdad? —pregunté ilusionada.

—No te mentiría con algo así —depositó un leve beso en mi frente—. Lo hiciste muy bien Sakura, es una niña maravillosa.

Esas palabras me reconfortaron y animaron. La verdad es que deseaba que Hana se pareciese a mí, aunque sabía que algún rasgo de su padre biológico aparecería tarde o temprano, a parte de su ya más que evidente pelo rubio. No recordaba apenas nada de los rasgos físicos de aquel chico, ni si quiera recordaba que fuera rubio, lo único que recordaba eran aquellos penetrantes ojos azules. Por eso deseaba con tanto anhelo que Hana heredara los míos, no quería ver en su pequeña mirada aquella que aún me aterrorizaba alguna noche que otra.

—Sakura, ¿estás bien? Te estaba hablando, pero estabas como ausente.

—No es nada —le respondí no muy convencida.

Tutor LegalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora