Capítulo 3

546 44 2
                                    

Me estaba dando una buena ducha, mi cuerpo lo necesitaba urgentemente. Necesitaba relajarme por unos instantes porque cierta pelirrosa comenzaba a sacar el peor Sasuke que pudiese existir en la tierra. La noche anterior no había comido tampoco, así que ya me había cansado de ser el médico bueno, ahora jugaríamos por las malas.

En cuanto llegué al hospital, fui a mi consulta y revisé un par de expedientes para luego encaminarme a otros pacientes. Sakura sería la última a la que visitaría. Después del chequeo rutinario, fui a la habitación 234, donde encontré a una pelirrosa luchando contra Konan, a la cual le pedí que le pusiera una vía intravenosa por la que le suministraríamos la comida. Pero vi que Sakura no se lo ponía fácil a Konan.

—Por favor señorita, déjeme que le ponga esto o el doctor Sasuke se pondrá de muy mal humor —pero aquella molestia no paraba de esconder su brazo y de retorcerse en la cama a modo de que no pudiera pincharla.

Yo no pude evitarlo y tuve que reírme desde el marco de la puerta. Konan me miró con cara de pocos amigos.

—Yo no le veo la gracia, Sasuke.

—Es normal, tú no te estás viendo —volví a reírme.

—Muy bien —soltó la vía y me la puso en la mano —. Si tan buen médico eres, pónsela tu —y se fue de la habitación echando humo.

—¡Konan, espera, solo estaba bromeando! —dije con mi voz divertida, pero al ver que se había ido y me había dejado allí solo, me enfurecí—¡Konan! —grité en los medios del pasillo, a lo que muchas enfermeras me miraron sorprendidas. Hice caso omiso de sus miradas y entré en la habitación cerrando la puerta tras de mí.

Volví a sentarme en aquella incómoda silla, puse los codos sobre mis rodillas y tapé con mis manos mi cara. Cansado, suspiré. Aquella molestia comenzaba a causarme muchos problemas. Ningún paciente en mi vida me había dado tantísimos problemas. Alcé la vista y la miré, me daba la espalda.

—Sakura, no sé qué hacer contigo ya —ella no me respondió—. Si no soy capaz de que una paciente coma, será que lo mío no era ser médico, puede que me equivocara al estudiar esta profesión —ella se giró un poco para mirarme, pero aun dándome la espalda.

—Supongo que lo mío era estar trabajando en la empresa familiar como mi hermano... ¿sabes? Estudié medicina porque quería ayudar a la gente, quería sentirme útil de alguna manera, y pensé que con medicina podría ayudar a mucha gente, y que podría cambiar la vida de las personas, mejorando su calidad de vida.

Ella terminó por girarse del todo. Solo lo sentí, pero no la vi, ya que había vuelto a esconder mi cabeza en mis manos. Sentí su mirada sobre mí. Cuando saqué mi cabeza de entre mis manos la miré y no pude creer lo que veía, Sakura tenía su brazo estirado, dándome acceso a que pudiera ponerle la vía. Acerqué la vía a su brazo y ella cerró fuertemente los ojos. Al parecer odiaba las agujas.

Una media sonrisa se formó en mi rostro, no le puse la vía, pero cogí su mano y la apreté levemente. Ella abrió los ojos lentamente y nos observamos unos segundos.

—Si me prometes que comerás a partir de ahora, yo te prometo que no te pondré la vía. Sé que es muy molesta porque casi no puedes mover el brazo porque te duele, así que, si me prometes comer, yo no te la pondré, ¿hacemos el pacto? —me miró unos instantes con aquellos ojos verdes para luego asentir con su cabeza.

Me levanté de la silla y con mi mano le alboroté el pelo un poco —Buena chica —le dije antes de irme.

Estaba recogiendo mis cosas cuando miré el reloj, eran las nueve de la noche, la hora concreta en que repartían la cena. Decidí pasarme por la habitación de Sakura antes de irme y comprobar que cumplía su parte del trato. Y así lo hice. Al pasarme por allí la vi con su bandeja de comida en su mesa portátil y como al principio miró la comida, pero luego acabó por empezar a comer.

Una sonrisa se asomó por mi rostro. Me alegraba ver que las personas ponían de su parte en su recuperación. Y tras ver esto, me fui a mi casa con tranquilidad. Los días siguientes fueron igual. Sakura comía todas las comidas que le ponían las enfermeras sin rechistar, aunque bueno, era imposible que lo hiciera ya que seguía sin hablar.

Las heridas que tenía más pequeñas se le curaron con rapidez. Otras, que las tenía con puntos de sutura, aun le quedaban un poco. Como todos los días desde entonces, dejaba a Sakura la última, para poder estar con ella sin prisas.

Siempre intentaba de sacarle conversación, pero aún seguía sin hablar. Kiba se encargaba de su terapia psicológica, además, tenía un experimento psicológico pionero en cualquier hospital, la terapia con animales.

A través de los perros, los cuales estaban cualificados para estos trabajos, intentábamos que las personas volvieran a tener esas ganas de vivir la vida, de seguir adelante. Incluso, esos animales habían tenido una segunda oportunidad. Kiba los sacaba de las perreras y el mismo los entrenaba. Así, tanto el paciente como el perro, se sentían identificados al ir buscando esa oportunidad de poder seguir adelante.

Sakura había empezado esa terapia solo hacía dos días, pero ya estaba entrelazando amistad con su "médico canino", un Akita canela de un año. Según Kiba, al principio se mostraba reacia a la terapia, pero aquel animal había conseguido que mostrara una sonrisa al verlo. Incluso, como era un animal nuevo en el hospital, aun no le habían puesto nombre, y le había dejado esa tarea a Sakura.

—Aun no me ha pronunciado palabra, pero es una chica que con sus ojos lo expresa todo. Sé que le encantó la idea de ponerle un nombre. Puede que así, hagamos avances y comience a hablar —me dijo Kiba mientras Sakura estaba dentro de la sala de rehabilitación animal.

—Gracias Kiba, espero que resulte —le dije mirando por la ventana hacia dentro del recinto, donde Sakura jugaba con aquel Akita—. Mi turno ha terminado ya, ¿te importa si entro antes de irme?

—Claro que no, yo iré un momento a mi consulta para coger la ficha del siguiente paciente, así me haces un favor quedándote con ella —me dijo perdiéndose en el pasillo.

Entré en el gran salón, Sakura estaba sentada en una silla en el centro acariciando al perro, el cual estaba sentado delante de ella recibiendo sus caricias.

—Es muy bonito —le dije poniéndome de cuclillas para acariciarlo también.

—Se llama Hachiko —la miré sorprendido, ¿de verdad acababa de hablar?

—¿Ha-Hachiko? —pregunté atónito.

—Sí, como aquel perro tan famoso que esperó a su amo en la estación de tren durante nueve años. También era un Akita, por eso se llamará Hachiko.

Hablaba con tanta soltura... como si desde que hubiese llegado al hospital hubiese hablado con todo el mundo. Sonreí para mis adentros. Hachiko, sin duda aquel perro había hecho un milagro con ella.

Tutor LegalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora