ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 1

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Louis detestaba los domingos en Calamocha, eran fríos y le daban un aire de melancolía constante. En realidad todos los días le parecían monótonos y tristes desde que había terminado el nivel superior y supo que no había dinero suficiente para que pudiese ir a la universidad.

Quería ser pintor desde que tenía uso de memoria, su familia nunca había podido pagarle las pinturas ni los lienzos así que se resignaba con el carbón que solían tirar en la calle trasera de su casa y algún que otro pedazo de tela que su mamá le conseguía en el trabajo.

Pero eso cambió cuando su mamá falleció, debió buscar un trabajo y las carbonillas quedaron olvidadas en una caja gastada donde alguna vez habían guardado el té de hierbas que tomaba su abuela.

Cuando su papá le dijo que iban a mudarse a Francia no lo dudó. No había nada que lo retuviese en España, no tenía amigos, ni aspiraciones, ni alguien por quién mereciese la pena sufrir neumonías constantes por la madera húmeda con la que se construían todas las casas de su cuadra.

Si Louis hubiese sabido que su vida estaba por cambiar por completo cuando conociese al alfa alto de ojos verdes, quizás hubiese replanteado quedarse con su trabajo mal pago de 58 horas semanales.

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Harry vivía en esa casa desde que tenía memoria, 21 años después todavía no había podido admirar todos los cuadros que la decoraban, las estatuas cuyo precio hubiese bastado para darle de comer a un pueblo entero por 6 meses o aprenderse los nombres de todas las personas que trabajaban en mantenerla constantemente lista para recibir a los socios de la empresa.

Su lugar favorito era el jardín trasero, el costado donde se ubicaba un enorme invernadero de vidrio, reliquia que su madre había mantenido con amor durante años.

-Je t 'aime et je t'aimerai jusqu'a mon dernier souffle, Harold.- Le susurraba mientras ambos removían la tierra de los girasoles, la flor favorita de Harry.

-"Llevo la sonrisa que vos me diste"- Repetía en español todo lo que su madre le recitaba, Anne había crecido en las calles de Barcelona y era un idioma en el que solo ellos dos podían entenderse.

A los 15 años Harry ya dominaba el ruso, español, inglés, chino e italiano a la perfección, sin embargo, no había vuelto a hablar español desde que Anne había fallecido, de todas maneras no hubiese tenido con quién hacerlo.

Cuando Harry cumplió 12 años comenzó a estudiar economía y administración de empresas, a los 14 ya manejaba las inversiones del negocio familiar y a los 18 se convirtió en la mano derecha de su padre, un hombre frio y distante que solo hablaba de dinero.

En su cumpleaños número 20 ya tenía un matrimonio arreglado con la hija de uno de los inversionistas más famosos de Francia, una muchacha de 21 años a la que nunca había visto en su vida.

-Dans la vie on ne fait pas ce que l'on veut mais on est responsable de ce que l'on est, mi niño. "En la vida no hacemos lo que queremos pero somos responsables de lo que somos"- Le repetía Anne cada vez que Harry se frustraba por las horas de estudio que su padre le obligaba a repetir rutinariamente de lunes a sábados.

Cuando conoció a su prometida, supo que su madre tenía razón.

𝙻𝚊 𝚍𝚘𝚞𝚕𝚎𝚞𝚛 𝚎𝚡𝚚𝚞𝚒𝚜𝚎|𝙻.𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora