Capítulo 9. Un gato llamado Neil.

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Morgana sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal cuando oyó aquellos engranajes girar, además de una corriente de aire frío que llegó hasta ellos y un sonido que no reconocía, pero que se asemejaba a una gran puerta siendo levantada

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Morgana sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal cuando oyó aquellos engranajes girar, además de una corriente de aire frío que llegó hasta ellos y un sonido que no reconocía, pero que se asemejaba a una gran puerta siendo levantada.

A la par, una luz verde empezó a iluminar la cueva, haciendo evidente que esta era, como había pensado en un inicio, bastante pequeña y angosta. También pudo comprobar que lo que se había abierto había sido una especie de extraña entrada secreta, de la cual emanaba el brillo verde desconocido y tenía el tamaño de una puerta normal.

Cuando el ajetreo se detuvo y solo quedó la entrada verde que dirigía hacia quién sabía dónde, nadie dijo ni una palabra, quedándose en un tenso y profundo silencio.

—¿Qué ha sido eso? —susurró Cian con palpable confusión.

Morgana lo miró, aliviándose un poco por que ahora podía ver con nitidez los rostros de los demás. Observó que el niño lucía desconcertado y receloso.

—Creo que empujé algo y se abrió —confesó Dimitri, tembloroso. Señaló con su índice un pequeño rectángulo que yacía hundido en la superficie de la piedra a un costado de la entrada. Todos se miraron entre sí.

—¿Será seguro explorar? —inquirió Auguste, mordiendo su labio inferior en ademán de nerviosismo.

—Si hay algo al otro lado de esa puerta prefiero enterarme de lo que es y que no nos tome por sorpresa —murmuró Cian, aunque no se veía muy convencido.

—Asomarnos no nos hará daño —comentó Jessica, dubitativa.

Morgana no quería admitirlo, pero lo cierto era que tenía curiosidad acerca de lo que había más allá... Por supuesto, la curiosidad no era sinónimo de ser temerario, por lo que no se atrevió a ser quien encabezara la marcha hacia la misteriosa entrada. Jessica y Cian fueron primero, y solo entonces Morgana decidió seguirles, decidiendo que los ayudaría a regresar si resultaba que había algo desagradable aguardando al otro lado.

No entendía qué podía haber ahí. Quizá alguien había creado una cueva llena de objetos valiosos... No, habría sido muy tonto por su parte poner la entrada en un acceso tan fácil. Aunque, si lo pensaba bien, por lo que entendió, nadie se acercaba al Abismo de los Granch, y estas criaturas eran muy grandes como para pasar por la abertura de la cueva. Así que tal vez no era tan mal escondite después de todo.

Sacudió la cabeza, conteniendo un suspiro y deteniéndose al borde del marco de la entrada, dándose cuenta de que ahí era posible ver lo que había más allá y evitar ser cegada por la luz verde.

Se trataba de una amplia e inmensa zona, cuyo tamaño calculaba que alcanzaba todo un campo de béisbol. Todo su alrededor era de roca, mientras que el techo tenía la altura de una casa de dos pisos. Sin duda, resultaba increíble.

Y Morgana se alivió inmensamente de que ahí no hubiera nada... Ni siquiera una piedra o algo que indicara que por ahí pasó alguna vez alguien.

La gran caverna tenía cuatro antorchas colgadas en extremos opuestos, que eran las responsables de emitir el misterioso brillo verde. A sus pies, estaba dibujado un círculo blanco con un material que no conocía. Morgana notó que accidentalmente Jessica y Cian, al avanzar más hacia dentro, habían borrado parte del rastro del círculo... Probablemente lo habrían dibujado con un material poco duradero, como un gis. Aunque, fuera quien lo hubiera hecho, seguro que no había pisado ese lugar en mucho tiempo.

Crónicas de Marzaba. El Reino del Caos #1 [COMPLETA] #PGP2022 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora