Podría decirse que, por azares del cruel destino, Morgana y Dimitri nacieron con la peor suerte del mundo.
Por separado ambos son marginados sociales y ser un par de adolescentes huérfanos no ayuda a su situación.
Sin embargo, es evidente que la mal...
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Morgana no sabía cómo había terminado en esa situación.
En un momento había despertado junto a Cian con los ojos vendados, y al otro instante estaba caminando por un pasillo en compañía de Cian y un hombre de cabello ónix y ojos esmeralda, cuyo semblante frío no reflejaba ni una sola emoción.
Cian había hablado con Ehter —el nombre del hombre que hacía de guía y los había interrogado en un inicio— y acabaron por descubrir que él pertenecía a los supuestos Guardianes que habían tenido la intención de buscar en primera instancia.
Morgana no sabía si era suerte o si este grupo revolucionario los habían estado espiando... A decir verdad, la segunda opción era la más creíble, pues no era como si la suerte fuera algo que figurara en su vida diaria.
De cualquier manera, ahora estaban camino a quién sabía dónde.
Morgana se mantuvo tranquila durante todo ese tiempo, pero eso en sí ya era un inmenso logro, uno que apenas pudo mantener cuando se detuvieron delante de una puerta.
Ehter la abrió, tirando del pomo hacia abajo y empujando el bloque de metal hacia dentro. Al cruzar el umbral, Morgana se quedó congelada al darse cuenta de las personas que estaban en el interior de aquella habitación.
Estaban dos mujeres que no conocía (y que no le interesaba conocer), Jessica, Auguste y Ágata... Y, sobre todo, ahí estaba Dimitri, el idiota de su hermano.
Morgana, por unos momentos, se quedó estática e inmóvil. Honestamente, cuando despertó su primer pensamiento había sido preguntarse en dónde estaba Dimitri y, más importante, si se hallaba bien.
Sin embargo, a pesar de ello, no lo miró y se limitó a entrar en la habitación con lentitud, colocándose junto a Cian y sin dedicar ni una sola palabra. Su hermano tampoco la vio a los ojos. Tal vez fue una cuestión de orgullo por parte de ambos, pero a Morgana le dio igual.
De cualquier manera, tenían asuntos más importantes por atender.
Las mujeres y Ehter no tardaron en presentarse. Resultó que la rubia de ojos azules se llamaba Sella, mientras que la de piel oscura y ojos miel que estaba junto a ella tenía el nombre de Linet.
—Los hemos traído aquí porque tal parece que ustedes buscan ayudarnos —dijo Sella con cierta frialdad en su tono de voz, mirando a los niños y jóvenes que se hallaban delante suyo y estudiándolos con la mirada, como si quisiera analizarlos y buscar determinar si siquiera valía la pena hablar con ellos.
—Eso es verdad —contestó Jessica. Morgana tuvo que reconocerle en silencio el que la niña no flaqueara su tono de voz en lo absoluto—. Como dijimos, estamos de su lado, no del de GEASP.
Linet arqueó una ceja.
—¿GEASP? —repitió ella con cierto aire de intriga.
—Ese es el nombre de las personas que invadieron Marzaba —explicó Auguste.