CAPITULO CINCO

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— Dijo que estaría ocupado. — me susurra por lo bajo.

— Shhh. — la calló mientras llegamos hasta el tope de los estantes, nos escondemos debajo del carrito de libros que dejo la recepcionista a medio acomodar y tratamos de camuflarnos entre los libros para no revelar nuestra presencia.

Unos golpes fuertes se escuchan cada vez más cerca, la respiración se me acelera y las manos comienzan a sudarme. Trato de no entrar en pánico contando del uno al diez y entonces los pasos se detienen. Izan se ha quedado en la otra fila de estantes. Intercambio una mirada rápida con Celeste y esta no me la regresa pues sigue empeñada en asomarse al objetivo de la estadía del pelinegro.

Minutos después de creer que esto sería una pésima idea la puerta principal vuelve a hacer un ruido y otras pisadas siguen las huellas de antes mencionado. Ambos se encuentran en el mismo lugar y solo soy capaz de reconocer los converse rojos de Izan que llevaba esta mañana en el almuerzo y unas botas de color marfil. Agudizo el oído, pero no puedo escuchar nada.

— ¿Escuchas algo? — me pregunta Celeste y vuelvo a poner mi dedo índice sobre los labios para que guarde silencio. ¿Es la primera vez que se hace pasar por una espía?

— ¿Y estaremos así toda la noche? ¿Sin decir palabra alguna? — ah, es que no estaban hablando. Tal vez por eso no escuchaba.

— No lo sé, no quiero alargar las cosas. O bueno, de hecho, no sé qué es lo que quiero. — esa es la inconfundible voz de Izan, por lo cual quien hablo primero era el sujeto misterioso de botas.

— Pensé que si asistía al curso podría estar alejado de ti. Te pedí un tiempo, ¿Por qué no respetaste eso? — inquiere con notable enojo.

¿Tiempo? ¿Partido de futbol? ¿Qué?

— No pensé que fueras a inscribirte aquí. Tampoco pensé que podrías engañarme con cualquiera que se te pusiera enfrente yo...

— No te engañe, acordamos un tiempo y lo que haga en ese tiempo no se toma en cuenta para la relación. — puntualiza.

— No me siento cómodo con esta situación. — acepta Izan. — Disculpa, pero creo que este tiempo se alargará y se volverá eterno. No quiero los puntos suspensivos, quiero el final.

Celeste toca mi hombro y me obligo a voltear sin perder el rumbo de la conversación. Cuando sigo su mirada puedo ver una araña peluda colgando sobre nuestras cabezas y esta desciende cada vez un poco más, tapo la boca de la rubia y me muerdo el cachete ¡No nos pueden descubrir!

— Si no lo terminabas ahora lo haría yo cuando regresara del curso. — exclama con enfado el chico. — Adiós. — y sin más escuchamos pasos alejarse del segundo estante mientras vemos como la araña sigue tejiendo y se acerca cada vez más a nosotras.

Tomo a Celeste del brazo para que no se levante ya que se escucharían a los libros caer y chocar unos con otros y hasta donde se Izan aún sigue aquí. Regreso a mi compañera a mi lado y le obligo a seguir permaneciendo en silencio. Las dos volvemos a nuestra posición inicial y es entonces cuando la araña baja totalmente y puedo ver su sonrisa maliciosa y su boca pronunciar un "Holis" y es todo, eso termina con la paciencia de mi amiga.

Gritos de desesperación salen de la boca de Celeste mientras retrocede y se pega en la cabeza con el carrito de libros, por mi parte tomo mi mochila y salgo de una sin causar tanto revuelo. Retrocedo un poco para ayudar a mi amiga y entonces choco con algo. El mundo parece detenerse, estoy muy lejos para poder chocar con el estante de libros... ¿Entonces?

Doy media vuelta con lentitud mientras Celeste sigue luchando con libros, una araña y su propio bolso. Veo a Izan atravesarme con ojos llorosos y una ceja enarcada y es entonces cuando yo comienzo a gritar. ¡Nos descubrieron! ¡Tenemos que evacuar la nave!

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