X.

1K 101 15
                                    

El chico bajó las escaleras bostezando. Su cabello blanco aún estaba húmedo por lo cual casi cubría sus ojos. Pensó en dejarlo crecer aún más, ¿cómo le quedaría el cabello largo?

Había escogido la ropa más cómoda que encontró, y la cual lo abrigaba bien del frío, ambas piezas negras.

Cuando llegó abajo pudo ver a la chica ahí. Estaba en la cocina preparando algo, no sabía qué. Se acercó y tomó asiento en la mesa frente a la cocina para poder observarla con atención.

─Mei.

La chica dió un respingo, luego girando a Wakasa. Las mejillas de la chica estaban encendidas, parecía avergonzada y frustrada al mismo tiempo. Una reacción que Wakasa disfrutó al lujo de detalles.

─¿Por qué "Mei"?

Volvió a darse la vuelta para continuar preparando el soba caliente. Ya había comenzado a llover en el exterior y la temperatura había bajado. ─Es mi verdadero nombre. Mi nombre es Mei Azumi, no Zai Takami.

Eso lo tomó por sorpresa, aún con más confusión.

─Nadie me llama Mei desde hace años, solo pensé que sería lindo. Realmente extrañaba que alguien me llamara así.

─¿Y por qué no te presentas como Mei? ¿Por qué cambiaste tu nombre?

─No lo cambié, lo cambiaron por mi. No me presento como Mei porque a fin de cuentas acepté que mi niñez había muerto, así que lo enterré junto a mi nombre.

Sirvió en ambos platos y los llevó hasta la mesa tomando asiento frente al chico, que aún la observaba con curiosidad.

─No es que no quiera contarte sobre mí, solo no... no estoy lista para recordar ─aceptó aún con el sonrojo cubriendo su rostro. Wakasa notó que se estaba abriendo, y eso le hizo sentir cierta calidez ─. Sólo te diré que... Hace años, muchos años, me crié en una familia muy rota. Terminé envolviéndome con una persona que me hizo demasiado daño igualmente. Jamás fui feliz, incluso respirar era doloroso. Esa persona nueva fue quien cambió mi nombre. Me lastimó por años, me hizo sufrir tanto que preferí estar muerta. Al tiempo llegó una persona que me salvó de eso, él era tan bueno. Todo fue peor un día en el que no aguanté más, no pude.

Una mueca de tristeza se apoderó de su rostro. Wakasa solo mantuvo silencio escuchándola con atención, aunque realmente no tenía la menor idea de cómo consolarla, por más que quisiera.

─Él... Deiske... ─ese nombre resonó en la cabeza del peliblanco ─. Él murió ese día para salvarme. Caí en la suma desesperación y dolor, así que terminé llevandolos al más allá. Mamá, papá y a él. Cuatro personas murieron ese día, yo casi muero también. Me mantuvieron en el hospital como reclusa, pero con la evidencia se demostró lo que ellos me hacían, por lo cual me declararon inocente. Así terminé en un orfanato y seguidamente aquí, en Tokio.

─Yo... lo lamento mucho ─fue lo único que pudo decir. Quisiera saber cómo consolar, o ser abierto como Shinichiro lo era ─. Lamento que pasaras por todo eso.

─Está bien, fue hace mucho ─le regaló una sonrisa tranquilizadora logrando que él también le sonriera. Comenzó a comer, aunque el chico solo observó su plato aún humeante.

─Jiro, así se llamaba mi hermano ─comentó tomando los palillos sobre la mesa y llamando la atención de ella ─. Él amaba los días lluviosos, siempre terminaba colándose en mi habitación cada vez que llovía para contar historias ridículas de terror que solo lo asustaban a él. Hubo... un accidente... solo yo salí con vida.

─Oi.

Levantó la vista de su plato para observarla con sorpresa. Había tomado su mano sobre la mesa y lo miraba con determinación.

─Culpa del superviviente. Imagino lo que pasa por tu cabeza. "Fue mi culpa" "Debí ser yo" y esas estupideces, ¡y te equivocas! ─abrió sus ojos con sorpresa por las palabras ─. Yo... ¡estoy muy feliz de que hayas sobrevivido, Kasan! ¡Así que no te sientas mal!

Los ojos del chico se cristalizaron sintiendo un nudo en su garganta. Apretó sus labios para contener las lágrimas. No había llorado desde el día en el que lo perdió hace tres años, solo Shin había presenciado su llanto. Por alguna razón, esas palabras... las necesitaba escuchar.

─Es bueno que también sobrevivieras, Mei ─comentó evitando su mirada ─. Hierba mala nunca muere, después de todo.

─¡D-Descarado!

Rió sin poder evitarlo. Ella no tardó en unirse a su carcajada, ambos riendo por largos segundos y sintiendo como la tensión en sus cuerpos desaparecía. Ese momento se sintió tan íntimo, tan importante para ambos. Cada vez se sentían más cercanos al otro.

Comieron y mantuvieron pequeñas conversaciones. Se limitó a la Zai contando grandes experiencias con entusiasmo y algo de dramatismo, mientras que Wakasa la escuchaba atentamente y respondía, haciendo comentarios que enojaban a la chica y terminaban en una breve discusión.

Terminaron en habitaciones separadas descansando. La pelimorada solo podía recordar con una sonrisa todo lo sucedido ese día. Había sido un buen día, uno que en definitiva jamás olvidaría. Hace mucho no sentía una pequeña tranquilidad surgir en su pecho, y apesar de que había un chico durmiendo bajo su mismo techo, no se sintió ni mínimamente preocupada por ello.

La mañana siguiente lo encontró en la cocina. Vio algunos panqueques ya preparados en un plato no muy lejos de la estufa. Solo apreció en silencio la complexión del chico ahí presente. Su cabello no muy largo blanco que parecía ser tan suave, quiso pasar sus dedos por el mismo. Le gustó el contraste tan grande que hacía con el color negro de su ropa. También observó el arete en su oreja, el cual era el único que llevaba.

─Buenos días ─llegó hasta su lado para observarlo cocinar. Él la miró de reojo, una fantasmal sonrisa en su rostro. Apagó la estufa y colocó los panqueques restantes en el otro plato.

─Buenos días ─le pasó uno de los platos y se dirigió a la mesa, ella le siguió los pasos dejando si comida en la mesa y regresando para servir sus jugos de naranja. Aunque siempre le ofrecía de manzana y terminaba llevando el de naranja, la verdad es que en su refrigerador jamás hubo jugo de manzana, pues ella lo odiaba.

Tomó asiento una vez más frente a él dejando los vasos sobre la mesa. Ambos comieron en silencio, aunque no era necesario decir ni una sola palabra. Era suficiente con que compartieran el momento.

umbrella➨ wakasa i.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora