XVI.II

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Wakasa la acompañó hasta su hogar, dejando su motocicleta en el hogar de los Sano. La brisa era helada, la temperatura era fría. Dejó el abrigo de Black Dragons sobre los hombros de la chica, que lo agradeció en silencio.

Mei.

La nombrada lo observó con curiosidad. Sostenía su muñeca para no perderlo, pues su miedo a la oscuridad seguía más que intacto.

─Yo... lamento lo que te ocurrió. No merecías nada de eso.

Las palabras la tomaron por sorpresa, luego una sonrisa formándose en sus labios. ─Así que me escucharon, ¿eh? Gracias, Kasan. Realmente lo aprecio.

Deslizó su mano desde su muñeca hasta su mano, tomándola y entrelazando sus dedos. Wakasa también sonrió mientras continuaban el camino lado a lado.

─Mi vida ha sido una tragedia tras de otra, tal parece que fui maldita cuando nací.

─No digas eso ─se quejó apretando su mano ─. No pasará nada malo.

─¿Y cómo sabes eso?

─Porque hierba mala nunca muere.

─¡Descarado!

Dos golpes después, llegaron hasta su casa. Ambos se detuvieron en el portón para despedirse, ambos con sonrisas en sus labios.

─¿Nos veremos durante el receso?

─No.

─¡No seas molesto! ─se quejó ─. Ven.

─¿A dónde?

─A mi casa. Cuando sea que quieras. Ven.

Ambos se observaron en silencio. Si bien cada día las noches eran más oscuras, esa vez no se sintió así. Solo un pequeño momento compartido, de esos momentos electrizantes que ambos recordaban en las noches de insomnio mirando el techo.

─Veré si mi agenda está libre.

─No seas chistoso.

Silencio nuevamente. La chica se acercó a él y se colocó de puntillas, dejando un beso en la mejilla del peliblanco que observaba cada uno de sus movimientos con sorpresa.

─Te esperaré, tonto. Asegúrate de llegar a casa asalvo.

La observó entrar a su hogar y se permitió sonreír. Había olvidado pedirle la prenda que había colocado sobre sus hombros. Aún podía sentir la calidez de su mano contra la suya, o de sus labios contra su mejilla.

umbrella➨ wakasa i.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora