XII

1.7K 171 12
                                    

Alberto hubiera deseado que los hermanos Paguro hubieran empezado a golpearlo en cuanto desaparecieron de la vista de Luca. Una bonita pelea hubiera sido mejor a lo que estaba pasando en el Pittaluga.

Se sentía abotargado, lo que era otra razón para preferir sentir algo, al menos saber que estaba vivo. Pero no la empezaría él. Debería sentir un profundo dolor por haber perdido a Luca, pero el dolor no había empezado todavía.

-Te toca -dijo Ciccio, que acababa de arrancar los dardos del tablero y se los pasó con las puntas hacia afuera.

Alberto los tomó y miró a Ciccio con estoicismo cuando una de las puntas se le clavó en la palma.

-¡Ah! ¿Te clavé el dardo? Lo siento.

-No te preocupes.

-Vigila donde pone los pies -dijo Guido-. Un tipo como él podría pasarse la raya para sacar ventaja.

-No dejo de vigilarlo -dijo Ercole.

Alberto apretó la mandíbula y tiró los dardos. Sentía que los hermanos lo estaban probando, intentando que se desplomara, si los retaba empezando una pelea o abandonando el bar, habría perdido su amistad para siempre. Si se quedaba y aguantaba, con el tiempo lo perdonarían.

Por desgracia estaba empezando a ganar la partida. Tirar dardos le estaba sentando de maravilla, aunque hubiera preferido estar en un campo de fútbol.

A propósito, desafinó la puntería en el lanzamiento

-¡Eh, playboy! -exclamó Guido–. Estás perdiendo la concentración.

-No me extraña -se mofó Ercole- El chico tiene muchas cosas en la cabeza. No me extraña que lleve todo el verano perdiendo al póquer.

-Todavía no puedo creerlo -esa vez fue Giulia, que de todos los hermanos parecía más dolida que enfadada– No puedo creer que jugaras todos los miércoles con nosotros cuando tú y Luca...

-Te hace perder la confianza en los amigos, ¿verdad?

Esa vez fue Ciccio el que soltó la pulla.

Alberto tiró su último dardo en medio de la diana y se dio la vuelta para enfrentarse a los hermanos. Al mirarlos, le asaltó la pena. Nada volvería a ser lo mismo.

-Lo siento -dijo con suavidad.

Ellos le devolvieron la mirada en silencio hasta que habló Giulia.

-¿Te habrías casado con nuestro hermanito si no fuera a irse a Venecia?

Alberto no vio nada malo en decir ya la verdad.

-Sí.

Ercole lanzó un bufido de impaciencia.

-Y entonces, ¿por qué diablos no haces que se quede?

-No creo que pueda.

-Podrías -dijo Ercole-. Luca puede aparentar que es uno de esos hombres que se divierten con lo primero que encuentran y después se olvidan, pero no lo es. Siempre pensamos que se enamoraría hasta el alma del primer chico o chica con quien hiciera el amor, porque no es del tipo de los que se toman el sexo con ligereza, por mucho que él diga ser como nosotros. Esa es la principal razón por la que lo hemos estado protegiendo todo el tiempo. Podría quedar destrozado si cayera con la persona equivocada.

-Quizá yo sea un tipo equivocado.

Ciccio apuró su jarra de cerveza y la posó en la barra con un fuerte golpe.

-Quizá. No creas que me vuelve loco tener a un mentiroso hijo de perra por cuñado. ¡Como cuñado! Maldita sea, ¿es que a Luca no le interesaron nunca las mujeres o qué?

Proyecto de Verano - Luca & Alberto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora