IX

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Luca estaba buscando cualquier distracción para pasar el tiempo hasta el jueves por la noche. Cuando la mujer de Ciccio, Sofi, lo llamó el martes por la mañana para sugerirle ir con todos los niños a la piscina, se apuntó encantado.

Sofi, una morena pecosa que había sido una de las mejores amigas de Luca en secundaria, trabajaba de maestra. Tenía los veranos libres, situación que pensaba mantener hasta que sus hijos, Daniel, de cinco años y Miranda, de cuatro, fueran algo mayores. Tessa llevó a Sarah y a Lorenzito y Elizabeth encontró a una sustituta para que le cambiara el turno en la tienda de recambios donde trabajaba. El único que no pudo organizarlo fue el recién casado Fabio.

- ¿Y saben quien es quien está mejor en traje baño? -comentó Sofi cuando instalaron en una esquina del área de césped con las mecedoras y una nevera con sándwiches y zumos.

-Bueno, no sé si Fabio ganaría la competición en traje de baño, pero Luca está impresionante con ese traje de baño verde.

Luca se miró a sí mismo un poco avergonzado.

-¡Pero si soy el mismo de siempre!

-Quizá -dijo Sofi mientras le ponía crema a Daniel-. Pero tienes un aspecto estupendo. ¿Estás haciendo ejercicio?

-No.

Luca sólo esperaba no estar sonrojándose. Estaba acostumbrado a que sus cuñadas le halagaran, pero seguramente no podía notársele el haber dejado de ser virgen. Por dentro, se sentía un hombre diferente, pero debía estar exactamente igual en el exterior. Alberto tampoco podía hacer milagros.

-Tienen razón -apoyó Elizabeth-. Tienes como un cierto brillo -se rió-. La gente dice que les pasa a quienes entraron a su nueva década, y yo sigo esperándolo. Lo único que yo me siento es más gorda.

-Creo que son sólo imaginaciones suyas -dijo Luca deseando cambiar de tema-. ¡Vamos, niños! ¿Quién está listo para bañarse?

Un coro de gritos le contestó.

Luca había ayudado a todos a aprender a nadar y al mirarlos ahora con las caritas sonrientes sintió una punzada de pesar. Crecerían tan aprisa mientras él estuviera fuera... Debía recordar y atesorar días como aquél en vez de considerarlos un tiempo muerto mientras esperaba a Alberto.

-¡El último es un pez gato! -gritó antes de lanzarse al agua.

Al cabo de tres horas, las madres decidieron que el final perfecto sería ir a tomar un gelato a la gelateria San Giorgio. Luca se puso los shorts y las sandalias, se pasó los dedos por el pelo y decidió no ponerse camiseta. En verano, la mayoría de los clientes del San Giorgio iban vestidos así.

-Llévame, tío Luca -dijo Miranda al llegar.

Luca la ayudó a bajar de la furgoneta de Tessa y se la apoyó en la cadera.

-¡Eh, mira! -gritó Lorenzito, el hijo de Tessa de seis años-. ¡Es el tío Berto!

Tío Berto. Por supuesto, los niños siempre lo habían considerado de la familia, pero ese día, después de oírse llamar tío Luca durante horas, le pareció que sonaba diferente. Tío Luca y tío Berto.

La idea lo sacudió con fuerza. No podía tener aquella fantasía, aunque fuera inconsciente. Y si era así, tendría que olvidarla en el acto. Alberto sólo le estaba ayudando a solucionar un problema y, aunque lo estuvieran pasando muy bien en el proceso, no creía que a él se le hubiera ocurrido una relación de aquel tipo con Luca o ya se lo habría dicho antes. No, definitivamente, Alberto no podía tener sueños de felices para siempre con Luca, pensó al verlo bajar de la furgoneta.

-¡Eh, tío Alberto! -lo llamó Sarah mientras se lanzaba a la carrera hacia el aparcamiento.

-¡Sarah! -gritó Tessa al ver un coche entrar con rapidez sin haber visto a la niña.

Proyecto de Verano - Luca & Alberto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora