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CAMILO MADRIGAL se encontraba en su habitación escondido

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CAMILO MADRIGAL se encontraba en su habitación escondido. Había hecho una travesura, pero ahora creía que había tocado fondo, había ido muy lejos y no sabía si la receptora le perdonaría.

Hace unos días, después del turno en la tienda de los García, Victoria y él fueron a dar una vuelta. En el morral de Vicky siempre habían lápices y un librito que ocupaba para dibujar y escribir. Camilo creía que era su diario, y la curiosidad le picó. Una parte dentro de él confirmaba que todo lo que estaba haciendo era malo, pero ni tanto, porque para no tener tanto cargo de conciencia, reemplazó el diario de la chica por un cuaderno nuevo.

Ahora veía el libro frente a él. Dudaba mucho en abrirlo, aunque finalmente lo hizo.
"Necesito saber qué piensa de mi" fue su reflexión.

Cuando lo abrió lo primero que vio fue la caligrafía de Victoria. Era tan rara... Al principio parecía pulcra y una mezcla de imprenta con cursiva, luego de unas cuantas frases la letra casi no se podía entender y parecía haber sido escrito a la rápida.

Observó unos cuantos dibujos. Habían flores, jarrones coloridos, un picaflor, el océano, árboles, pero nunca personas... Excepto él, aquel caluroso día él había suplicado que lo dibujara.
Entre los dibujos habían páginas escritas. En ese aspecto Victoria era desorganizada, nunca seguía el orden y sólo hacía lo que le daba la gana. Llegó a una página en el que habían lo que parecían unas cintas enruladas castañas. A la página siguiente estaba el escrito:

"El día húmedo le prestaste tu poncho. Al día siguiente hacía mucho frío y no lo pediste de vuelta. Sé que es solo lana, pero eso me frustra, ¿por qué es Lucía?"

Después de esto, Camilo no supo cómo sentirse. Por un lado se sentía feliz, Victoria había escrito de él, o eso pensaba. Sí le había dado su poncho a Lucía García y le incomodaba pedírselo de vuelta. ¿Eso no era poco caballeroso? Pero bueno, era muy tarde para hacerlo. Ya todo el pequeño pueblo sabía que Lu tenía el poncho del rizado y no había nada que hacer para explicar este malentendido.

Lucía era linda y simpática, pero alguna forma al estar con ella, el Madrigal se sentía como al estar con su prima Isabela. En cambio, cuando estaba con Victoria, solo eran él y Victoria contra el mundo. ¿Eso significaba algo? Por el momento no lo sabía, pero cambiaba las cosas.

Después de esto, el rizado trató de devolver el diario de una forma sutil, pero sabía que era en vano ya que su amiga obviamente se daría cuenta que el cuaderno no tenía los mismos diseños de portada y estaba vacío.
Ese día todo se juntó. Pepa Madrigal, quien con su don controlaba el clima, estaba un poco triste por lo que la mañana fue lluviosa. Camilo entró igual que siempre a la tienda, aunque Victoria estaba corriendo y reponiendo de un lado a otro.

—¡Buenos días su señoría...!

—Oh miren, es el traidor—— Debo decir, cuñadito ¿verdad? El cuñadito traidor.

—¿De qué hablas Vicky?

—Ya basta, Camilo. Sabes que no soy tan tonta como parezco— le susurró con rabia para luego gritar en dirección a la alacena—. ¡Papi ya vengo, que doña Rosita me pidió ayuda con sus huevos!

"¡Ve hija, atiéndela bien!" escucharon de vuelta.

Cuando los dos salieron, Vic iba cargada con el libro falso. Y apenas llegó a la parte trasera de la tienda se lo lanzó al rizado.

—¿Sabes qué es eso?

—¿Un libro?— preguntó en forma de respuesta. Mentirle a Victoria no era fácil, ella era la experta entre los hermanos (tanto para engañarlos como para cubrirlos), y Camilo hacía un esfuerzo inmenso para no transformar su cara.

—Sí. Un cuaderno... VACÍO. ¿Sabes lo que debería haber en su lugar?

—¿Un comic?

—Já, já, já. Debería reemplazarlo lo que tienes en tu pon—— Lo que tienes detrás de tus manos. ¿Por qué eso estaba ahí?

"Poncho" pensó Madrigal. "Iba a decir poncho".

—¿De qué hablas? ¿No era el intercambio de regalos? ¡Ya sabes, feliz navidad a todos, feliz navidad a todos, feliz navidad a todos y año nuevo también!

—¿¡Puedes dejar de evadir esto!? Dios, no sabes lo estúpida que me hace sentir...

—Hey, no eres tonta, yo lo soy. Lo lamento, fui muy lejos— habló él extendiéndole el librito.

—Tienes razón. Fuiste muy lejos. Robaste la única forma en la que puedo expresarme libremente de alguna forma artística. No sabes la desesperación que me dio. Por un momento mi corazón se detuvo al pensar que leíste todo lo que mi alma resguardaba, pero volvió a latir cuando puse los pies en la tierra...

—Yo——

—No he acabado— interrumpió la de cabello liso—. Un día pensé que sentías lo mismo, ¿sabes? Me puse feliz. Pensé que era especial para ti. ¿Pero qué llegaste diciendo al día siguiente? "¡Lucía también tiene un lunar escondido! Está entre una de sus cejas, ¿lo sabías?".

Ahora Victoria no quería ver al muchacho, porque sabía que se quebraría si lo hacía. Y a Cam le martirizaba saber que él era el causante de tal dolor.

—Por favor——

—Déjame terminar. Creo que lo mejor es que...

—¡No lo digas!— exclamó él ahora, cambiando de lugares— No digas lo que creo que dirás. No te perdonaré si lo haces.

—No necesito tu perdón. Lo mejor es que olvidemos esto. Somos conocidos, eres el novio de mi hermana y amigo de mis otros hermanos. Soy amiga de tus hermanos y ahí acaba nuestra historia. ¿Te parece? Bien. Debo... Volver, puede que mi papá se de cuenta que doña Rosita no vino por huevos.

La chica dio media vuelta esperando algo dramático como de películas estadounidenses, pero nada de eso llegó. Volvió a la tienda y terminó su turno como debía.





Los días siguientes pasaron con naturalidad. A veces él venía al local pero las cosas eran un tanto incómodas por lo que primeramente sus hermanos le atendían, hasta que después de un tiempo Vic se hizo la idea de que debía pasar la página y lo atendía como un cliente más.

Ahora estaba un tanto aburrida. La mañana no estaba tan movida como de costumbre por lo que había puesto música en la radio. Sintió la campana de la puerta sonar e instintivamente dirigió su mirada hacia allá.

—¿Esteban?

—Te acuerdas... Bien. Hola, dijiste que lo que necesitara podía buscarlo aquí, ¿verdad?

—Así es.

—Genial, entonces... Necesito una pasta dental y una acompañante para la celebración de los Madrigal.

Victoria frunció el ceño sin comprender mayormente lo que dijo. Aún así, fue por la caja de pasta de dientes. Cuando la dejó en el mesón, miró al chico.

—Lo lamento, no entendí lo último.

—Disculpa no ser tan claro– sonrió él—. Te pregunto si quieres ir a la fiesta de los Madrigal conmigo. Sé que no nos conocemos pero es una...— después de un momento no escuchó lo que el canela estaba diciendo, sólo podía pensar en si aceptar o no— Claro que está bien por mi si no quieres.

—Iré contigo, perdón por ser tan directa pero, ¿como amigos, cierto?

—¡Claro, claro!— confirmó él tratando de esconder su repentino sonrojo.

BONHOMÍA   ::   camilo madrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora