Capítulo 18.

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Conmigo siempre vas a estar a salvo.

Nicolás.

Salgo en cuanto la llamada se cuelga, mis hombres me siguen mientras yo corro hasta el callejón donde me había dicho que estaba.

Me detengo en secó cuando veo la tenue escena, no lo pienso ni dos segundos cuando desfundo mi arma y disparó un bala certera que se incrusta en el cráneo de la porquería, los demás hombres corren pero es inútil porque mis hombres lo capturan.

Me odio por no llegar antes que siquiera la tocaran pero si evite que profanaran su cuerpo.

—A la bodega roja— demandó.

Me muevo rápido en ir por lo que me importa, de los malnacidos me encargo después.

Me parte ver a Luciana llorando nunca la había visto hacerlo, la sangre me hierve de solo recordar la escena que mire cuando llegue ella con el vestido roto en la parte de los pechos y la otra parte del vestido recogido hasta la cintura, sus bragas hasta las rodillas, dos hombres sujetándola, otros dos tocándola otro viendo todo y él último encima de ella a punto de ...

—Rubia— me acerco.

Pero ella no me contesta, está en un estado de shock con las manos intentando cubrir su cuerpo y con los ojos cerrados de los cuales salían lágrimas.

Me acerco aun mas a ella y trato de tomar su cara para que pueda verme, pero no la llego a tocarla cuando ella se aleja alterada.

—Hey, hey— hablo intentando captar su atención— mírame.

Ella seguía a la defensiva por lo que cuando intenté tocarle el hombro ella con una mano me empujó mientras con la otra trataba de cubrirse lo más que podía.

—Luciana tranquila soy Nicolás— me frustro

—Nic yo no quería—todo su cuerpo tiembla— te juro qué...

—Shh yo sé rubia —me acerque a ella para poder abrazarla.

Sus ojos se enfocaron en mí mientras la rodeaba con mis brazos.

—Me golpearon y me...— trata de darme explicaciones innecesarias— me tiraron al suelo, me rompieron el vestido, me tocaron y ...

—Aquí estoy— la aprieto contra mi— siempre voy a estar.

Siento que una daga se entierra en mi pecho al verla mal.

Ni todo el dolor físico por el que he pasado se compara con el dolor que siento al verla llorar.

—Te juro que me intenté defender pero— sus ojos azules se clavan en mi— eran varios y uno intentó...

—Mientras yo viva nadie te va a volver a tocar.— sentenció— Nadie va a hacer daño.

Sin decir más la cargué y la lleve a mi auto que estaba a unas cuadras, la deje en el asiento del copiloto para yo ir al del piloto.

Conduje hasta mí departamento mientras en el camino realizó unas llamadas para que preparen lo que necesito, en múltiple ocasiones mi vista se desvía en lo único que me importa y eso es mi mujer que en todo el camino no paró de cubrirse él cuerpo.

En cuando llegamos a mi edificio me muevo rápido para tomarla en mis brazos ya que no quiero que nadie la vea, las puertas del elevador se abren dándome paso a mi piso.

La bajo dejándola con cuidado a unos poco metros de mientras una empleada le entregar una toalla la cual toma para envolver su cuerpo.

—La tina esta lista señor— avisa la sirvienta.

Mi pequeña obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora