Capítulo 25.

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Niñita consentida.

Nicolás.

Abro los ojos viendo el reloj digital que marcan las siete de la mañana, Luciana está desnuda en mi pecho, me gusta tenerla así conmigo donde siempre debe de estar.

Me levanto dejándola dormir porque sé lo mucho que odia despertarse temprano, voy al baño para lavar mis dientes, mi cara y luego para meterme a la ducha para limpiar mi cuerpo.

No tardó mucho en el baño, salgo desnudo para luego ir por mi bóxer y unos vaqueros dejando desnudo de mi cintura para arriba. Voy a la cocina para preparar desayuno para mi mujer.

—Señor D'Amamto —habla mi secretaria cuando tomo mi móvil— lo llamó para recordarle su junta ...

—Cancela todo —ordenó— hoy no voy a ir a la oficina.

—Como ordene señor.

Cuelgo para llamar a Hans, dejo mi teléfono en la oreja mientras le doy vueltas a los hotcakes.

—No quiero que nadie me moleste, voy a pasar todo el día con mi mujer.

Demandó en cuanto atiende mi llamada.

—Señor los socios...

Cuelgo antes que termine, hoy lo único que va a tener mi atención es la niñita que esta desnuda en mi cuarto.

Apagó la cocina para sacar los últimos hotcakes, un olor inunda mis fosas nasales y no tengo que girar para saber que es ella, mi mujer ya me espera sentada en uno de los taburetes.

—Besito de buenos días— pide cuando le sirvo los hotcakes.

Volteo los ojos, cada vez odio más su ridiculez y cursilería.

—Eres nefasta.— la beso.

Me siento a su lado para luego tomar sus caderas y subirla en mi regazo, no me gusta que este lejos de mí.

—Come.

Le ordenó señalando su plato de hotcakes, también hay fruta picada, tocino y jugo de naranja.

—¿Por qué solo hay un plato? —pregunta viendo la comida.

—No tengo hambre.

Mi mano viaja a su culo apretándolo, me gusta como los pantalones le marca su cuerpo pero odio que no me den el acceso que requiero para tocar ese pequeño y delicioso coño.

—Si comes hay premio— sonríe.

La miró serio mientras ella me ofrece fruta, es tan cursi que me va a dar diabetes, sigue insistiendo hasta que acepto lo que tiene en el tenedor.

—Besito de premio.

Sus labios van a los míos, los saboreo a mi antojo hasta que ella se aleja para seguir comiendo, se traga cuatro cucharadas para luego darme una a mí.

Deja que toque todo lo que quiera mientras acepte la comida que me da, no entiendo porque hago este tipo de tonterías que nunca había hecho ni pensaba hacer.

Me tienes mal niñita.

—Vamos a salir.— aviso cuando termina de comer.

Ella solo asiente y yo me concentro en tocar sus tetas que están debajo de su camisa holgada.

—La pastilla.

Le señaló la pastilla anticonceptiva que aguarda en la barra, mi mujer la toma sin protestar.

—Imbécil—gruñó cuando se levanta— y mis bragas de ayer.

—En la basura.

Agarró su cintura acercándola a mí, levantó su camisa y meto mi cabeza en busca de sus pechos libres.

Mi pequeña obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora