Epilogo

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Día siguiente 
Mañana

—Lo siento, estoy verdaderamente avergonzado de no haber sido capaz de encontrar la ubicación de la estatua Buda. —habló apenado, el poco fiable Kogoro.

—No, esto es lo que Buda ha elegido. —le respondió tranquilo el sacerdote.

—Tenga mucho cuidado, por favor. —habló el Buda.

—Adiós. —se despidió el niño, mientras todos se marchaban fuera del templo.

Aún cuando no lograron nada, estos mantenían unas sonrisas de felicidad en sus rostros por tan divertidos momentos.

—Pero esto es problemático… —habló el Buda preocupado ingresando al templo. —Solo queda una hora antes de la apertura al público de la estatua Buda.

—Está bien, solo los mostraremos tal cual como están. —le dijo muy calmado el sacerdote.

Grande fue su sorpresa al abrir el escaparate donde se encontraban las estatuas y encontrar la estatua de la mitad allí, intacta incluso con el pelo de esta, acompañada por la gorra rota de Hattori.

—El… El señor Buda de la Medicina. —exclamó sorprendido el Buda. —¡Ha regresado!

Resultó que esos detectives se fueron a escondidas a mitad de la madrugada a buscar esa estatua, estando efectivamente en ese templo.

—Son los mejores, esos dos hacen una buena combinación, casi como Yoshitsune y Benkei. —dijo el Sacerdote con una gran sonrisa.

—¿Se refiere al joven Hattori y al gran detective Mouri? —preguntó el Buda, viendo atentamente al sacerdote tomar la gorra de Hattori y ponérsela como si fuera un rapero.

—Aún no lo entenderás, eres muy joven. —le respondió, mientras de iba con una gran sonrisa divertida.

—¿A qué se referirá? —pregunta el Buda aún más confundido con las palabras de su mentor.

Estacion de trenes
Conan

Se encontraban todos reunidos a la espera que el tren llegará a recogerlos para volver a sus hogares.

Kogoro se volvía a disculpar por las deducciones erróneas que había hecho.

—Maru Take Eibisu Mo Oshi Oike. —cantó Kazuha, esa canción que tanto los había salvado en este caso. —Yome Dan Rokakku…

—No es "Yome-san", sino "Ane-san", tonta. —le interrumpió Heiji aburrido, arreglando ese pequeño error que aún mantenía en su cabeza. —¿Dónde aprendiste esa canción? —preguntó algo malhumorado.

—De mis familiares en Kyoto. —le respondió simplemente. —¿Habrá ocurrido cuando estaba en tercer año de primaria? —se preguntó a sí misma. —Cuando fui a visitarlos contigo, me la enseñaron.

—¿Conmigo? —preguntó Heiji confundiendo, apuntándose a él mismo.

—Vaya, ¿No recuerdas? —habló Kazuha extrañada. —Recuerdo que trataste de esperar a que yo estuviera lista, pero te aburriste, así que dijiste que irías al Templo Sanno y te fuiste.—explicó. —Esa vez, me habían puesto un Kimono, también me arreglaron el cabello y me maquillaron un poco, entonces fui a buscarte al Templo Sanno, pero como no te encontré por ningún lado, me quedé jugando con una pelota por un rato y después regresé. —volvió a explicar detalladamente. —En serio, desearía que lo hubieras visto, las flores de cerezo estaban volando alrededor, ¡Fue tan hermoso! —habló soñadora, sin darse cuenta de la mirada incrédula que le daba Hattori. —Maru Take Ebisu Ni Oshi Oike, Yome San Rokakku Tako Nishiki. —volvió a cantar.

Cruce de la Antigua CapitalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora