CAPÍTULO CUATRO

106 5 0
                                    

Léa Wright

El juego ha comenzado.

Retoco los últimos detalles definitivos de mi obra, que en breve, será enviada. Tomo el pincel más fino de todos y plasmo mi nombre, no suelo hacerlo, pero esta ocasión se presenta diferente. Se necesita de una especial atención y predisposición para identificar una mano, más claramente una palma masculina con una marca en forma de la inicial de mi nombre.

Al comienzo creí que para ser del sector de investigación no tardaría en descubrir mi verdadera identidad, pues me equivoqué. He de decir, que me he encontrado en todo momento, y en todo lugar en que su presencia haya estado. Desde el primer envió de la carta hasta anoche en que la alarma salto. Fue fácil entregar un par de billetes a cambio de silencio de aquella pareja de vagabundos, a un lado de la calle. Aun no se presenta frente a mí, pero mi seguridad interior me afirma que él teme.

Esa misma noche, Henry se lleva el cuadro dispuesto a colocarlo en la sala de estar del policía. Días anteriores me encontré en ese edificio en que vive. El sistema de seguridad puede ser hackeado hasta por un ladrón novato, por lo que no será una dificultad entrar.

Fumo mi octavo cigarro en el día cuando lo normal son tres, como mucho. Aunque la ansiedad está calando en mi interior. Ya cuando termino lo apago en el cenicero y bajo las escaleras, Noemí ya debe de haber preparado la cena. La casa huele a verduras grilladas.

—Señorita, estaba por subir —Abre la puerta del horno. Efectivamente, y tal como mis sentidos me advirtieron, vegetales de todo tipo se encuentran en mi plato a los segundos.

—Gracias. Puedes irte a dormir.

—Pero... ¿Quién lavará su plato?

—Noemí, ¿eres tonta? Te dije que vayas a dormir, lo haré yo.

Ahora porque tengo empleada, pero años atrás cuando mi madre falleció y mi padre decidió convertirse en un fiasco, yo era la que realizaba la mayoría de los quehaceres del hogar. A Annie él la despidió, mi nana. Al instante en que era una niña media huérfana, ella tomo el papel y me protegió en sus brazos. Hasta que una vez más, me arrebataban a una persona de mi vida. Y desde entonces han pasado dieciséis años en que no la encuentro.

Termino mi plato completamente y al finalizar, tal como mencione, lavo todo, que tan solo es lo que use para cenar; un plato, vaso y cubiertos.

Suena un mensaje.

­­­­­­­­«Tarea finalizada »

Esta es mi última opción, dándole inicio al verdadero juego que el policía comenzó hacen años. En su cabeza la verdadera casería ha empezado, de hecho, la inicie hace tiempo ya. Si las cosas salen como lo planea mi mente, en unas horas nos conoceremos finalmente.

Son las seis de la tarde y quede en reunirme con Leonor, la única que no refuta mi forma de ser. Natalie y Alessandra viven viajando y fuera de la ciudad, por lo tanto, las cuatro nos reunimos de vez en cuando.

Conduzco hacia el café más vintage de la ciudad. El dia de hoy pinta lluvia, más bien algunas gotas ya han comenzado a caer y el olor a humedad se siente.

Leonor fue la típica amiga que se mantuvo a mi lado en las buenas y malas. Sabe cuándo hablar, y cuando mantener la boca cerrada. Cuando llamarme, y cuando no quiero ver a nadie (que es la mayoría del tiempo). Disfruto de la soledad, tanto así, como la compañía. Extremos distintos que rigen por una misma cosa. Yo misma.

Estaciono el vehículo frente a la acera, al entrar al lugar el aroma a granos de café recién molidos, inundan mis sentidos. Millones de fragancias en el mundo, pero solo la del café me añora al hogar. A unos metros de la entrada se encuentra Leonor, esperándome con un frapuccino helado en mano.

EXITIUMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora