Hinata Hyuga se enamoró del apuesto adolescente Naruto en el momento en que lo vio por primera vez. Ella tenía ocho años y él dieciséis, no era posible, pero ella sabía en el fondo, que algún día él sería suyo. Y cuando Hinata le dijo audazmente que...
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No me recuerda. No mostré el dolor que sentí cuando lo miré, no directamente a los ojos, sino en su dirección. Sentía la boca seca y las palabras se atascaron en mi garganta mientras trataba de responder sin romper a llorar.
"Bueno, estoy en mi último año de secundaria. Dicen que soy una estudiante ejemplar, la mejor de mi clase. Me gustaría llegar a ser psicóloga, así que pasé los últimos dos años cuidando y evaluando niños como parte de mis actividades extracurriculares. Si llama a cualquiera de los números de esa lista, le dirán mi historial y, por supuesto, puede realizar una verificación de antecedentes."
"¿Alguna vez has cuidado bebés tan pequeñas como ellas? Esa es Narumi de rosa y Natsuki de azul por cierto,". Miré a las dos hermosas niñas y sentí la misma punzada en mi corazón que la primera vez que me enteré de ellas. Estaba empezando a lamentar mi decisión de venir aquí.
Traté de pensar en una excusa para rechazar la entrevista, pero ¿cómo podría hacerlo cuando la amiga de mamá estaba tratando de ayudarme?
No hacía esto porque necesitara dinero, sino por el estudio que estaba realizando. Es cierto que las gemelas eran mucho más jóvenes que los niños que he cuidado, pero son perfectas para mi proyecto, algo que la amiga de mamá sabe, por eso le habló de mi a Sarā Uzumaki. Si me hubiera negado, habría habido preguntas y confusión.
Había temido tener que verlo una vez cuando supe que había vuelto. Han pasado dos años desde que se casó y todavía no lo he superado. Había sido uno de los golpes más duros de mi vida. Incluso peor que cuando se fue a la universidad.
Había pasado los últimos diez años con una sola cosa en mi mente, casarme con él.
Claro, a medida que fui creciendo, supe que ese día solo estaba bromeando, pero eso no me impidió soñar.
Es el único chico al que he amado. La razón por la que no salía con nadie, la razón por la que me esforcé tanto en la escuela porque quería ser digna de él y, de alguna manera, quería que él estuviera orgulloso de mí. Me mantuve al día con todos sus logros a lo largo de los años, lo cual no fue difícil ya que sus padres aún vivían en el vecindario y era lo suficientemente amigable con ellos como para compartirme esas cosas.
Cuando cumplí los dieciséis, habían pasado ocho años desde que lo vi, ocho años desde que se fue a la universidad. Ese fue el año en que se casó, hace dos años, en diciembre, unos días antes de mi cumpleaños. Estaba tan herida hasta el punto de no poder levantarme de la cama.
Todos pensaban que estaba enferma, nadie recordaba el estúpido enamoramiento que había tenido por él cuando era niña, y ahora parecía que él tampoco. Sentí que moría sentada frente a él en la casa que compartía con ella. Mirando a sus hijas...
Respiré hondo y órdene mis pensamientos mientras me hacía preguntas. Se había convertido en un hombre tan bueno como esperaba. No solo era guapo, a mis ojos, era un ángel de la sonrisa más bella que conocí.
