Ciao Amore

565 44 7
                                    

Aquella brisa primaveral movía suavemente algunas de sus hebras doradas, el clima cálido daba el toque perfecto para disfrutar de aquella tarde.

Paseo su verde mirada por aquel parque buscando algo que le interesara pero una voz lo distrajo.

-Los ángeles no debemos bajar a la tierra y menos aún buscar gozar de aquellos placeres que se consideran pecado - un pequeño de cabello castaño habló mientras veía con curiosidad aquel libro entre sus manos.

-Yo no voy a cometer ningún pecado, Dani. Simplemente vine a distraerme un rato, es interesante ver cómo reaccionan los humanos a distintos....estímulos- sonrío de manera coqueta.

El joven a su lado soltó un bufido mientras rodaba los ojos, su primo siempre seguía sus propias reglas y beneficios, aquello le preocupó de sobremanera porque algún día podría ganarse que lo expulsaran del cielo.

Por su parte Martín no le prestaba mucha atención a ello, sabía hasta dónde debía llegar siempre probando sus límites pero nunca rompiendo las reglas...no del todo.

El sol reflejándose sobre un par de ojos dorados y la brisa acariciando aquellos mechones azabaches capturaron su mirada, dejó de prestar atención al monólogo que hacia su primo sobre tener cuidado para concentrarse en aquella piel bronceada, su rostro presentaba una pequeña sonrisa mientras lanzaba pequeños trozos de pan a una fuente alimentando a los patos que estaban en esta.

Ese humano tenía algo que lo atraía, no sabía que era pero necesitaba averiguarlo y no se iba a quedar con las dudas. Estuvo dispuesto a levantarse pero el llamado de su primo lo saco de su concentración.

-¡Martin!

-¿Qué?- respondió volteándolo a ver.

-Deberemos volver pronto.

-Ya sé, no demorare.

Volvió su mirada al mismo lugar pero este estaba vacío, miró por todos lados pero no lo encontró por ningún lado. Corrió hasta dónde estaba y pudo notar algunos patos nadando tranquilamente, ¿habrá sido su imaginación?¿ Quién era aquel chico?.

Estaba apunto de irse decepcionado pero por el rabillo de su ojo noto sobre aquel pasto un trozo de pan, no pudo evitar sentir algo de esperanza por esto.




Luego de aquel día, Martín visitaba religiosamente aquel parque encontrando el mismo escenario. Cuando reunía el valor suficiente de acercarse siempre pasaba algo que lo distraía y mágicamente desaparecía aquel chico.

Esta tarde fue distinta, no se permitirá perder de vista a aquel misterioso joven,
comenzó a caminar dispuesto a encontrarlo así sea debajo de una roca.

Camino en busca de aquel joven pero parecía que se había borrado de la faz de la tierra cuando estaba dispuesto a volver un aroma suave y dulce atrajo su atención, giró con rapidez y notó aquellos mechones azabaches inconfundibles, corrió tras el.

Estando a una distancia prudente, prefirió seguirlo y acercarse cuando se diera el momento.

El joven de mirada dorada caminaba entre aquellos árboles, cada vez más profundo en aquel bosque y el sol poco a poco iba cayendo, esto no le podía importar menos a Martín, quien estaba aún más decidido por ver a dónde se dirigía.

A unos minutos de que sol de ocultara, el joven se detuvo frente a una Laguna. Martín se detuvo a admirar el lugar, era muy bello.

Volvió a posar su mirada sobre el de piel canela y noto como este se iba desvistiendo con tranquilidad, retiraba prenda por prenda con una lentitud atrayente.

La vida diaria de Martín y MiguelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora