Capítulo 2

28 1 0
                                    

Siento que presionan mi torax de manera fuerte y constante, me duele y me veo obligada a toser, de modo que el agua que tenía en mi pecho sale y es reemplazada por oxigeno que a duras penas recobra su marcha de ida y vuelta a mis pulmones.

Por un momento no puedo reaccionar, hasta que escucho una risa; es un sonido melifluo que me obliga a levantar la vista, y ahí está él, observándome. Es alto, de cabello castaño con algunas ondulaciones, sus ojos son de color miel y lleva una sonrisa que es demasiado grande para su rostro.

—No te creo que lo hayas hecho.- Dice con algo de humor.— Bueno, si te creo, porque lo vi pero no entiendo porqué lo hiciste.

Me mantengo en silencio y evito su mirada, me siento tan débil.

—¡Ey! Te estoy hablando.

¿No responderás bastarda?— Mi mente otra vez.

—¿Eres muda?

Mi cabeza me duele, estoy empezando a tiritar ¿y él me pregunta si soy muda? Quisiera responder pero mi vista comienza a llenarse de colores que me confunden.

—¡Maldición! ¡Tu nariz!

Siento un hilo de agua caliente correr desde mi nariz, llega a mis labios y siento el sabor a metal de la sangre. Comienzo a debilitarme más y caigo hacia adelante, justo antes de que mis rostro golpeé el suelo él me sostiene, pone sus brazos bajo mis piernas y espalda. Entonces, pierdo el conocimiento.

***


No sé cuanto tiempo haya pasado después de esto, pero cuando despierto me duele todo. Llevo mi mano a mi cabeza y presiono en la cien. Abro los ojos lentamente, y lo que veo no es muy agradable. Mi piel está cubierta de moratones. Tengo una cortina blanca a mi izquierda que no me permite ver lo que sea que esté del otro lado, a mi derecha hay una pequeña mesita que no tiene nada encima, también hay una ventana, pero desde mi posición solo veo el cielo color gris. Las baldosas son de un blanco neutro, al igual que las paredes.

Siento el sonido de la puerta al abrirse y unos pasos que se acercan a mi.

La cortina se corre unos centímetros y deja pasar a una pequeña señora de aspecto rabioso y ceño fruncido.

—Traje tu colación.

Lleva hasta mi una bandeja blanca que contiene un plato con sopa de verduras, tallarines, y una compota de manzana. La señora me observa esperando algo.

—¿No dirás gracias niña?

Quiero hablar pero las palabras no logran salir de mi boca.

—El chico que te trajo está esperando afuera, dijo que tiene tu ropa, ¿quieres que pase?

Niego con la cabeza y observo como la señora se va con un suspiro que se parece más a un bufido.

No pruebo nada de lo que hay en la bandeja, no tengo hambre, en su lugar, trato de tomar una siesta que nunca llega. De pronto alguien corre la cortina. Es él de nuevo. Lleva unos jeans gastados, una sudadera azul con gorro, unas converse negras y un bolso negro parchado.

—¿Por qué no me dejaste pasar?, ¿sabes cuanto tuve que rogar para entrar?

Suelta el bolso en la mesita que está a mi lado.

—Le pregunté a la doctora si podía darte una muda nueva ya que la tuya estaba mojada y como ha dicho que si le pedí a una amiga que te prestara ropa. No sabía tu talla así que es posible que te quede grande, ya que eres...mh, bueno de cualquier forma ¿quieres que te ayude con algo?

Suicide.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora